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Actualizado: 11 de julio de 2025
Su barba era tan negra y espesa que aun afeitada del mismo día dejaba una mancha oscura en toda la parte inferior del rostro.
Y si Redondo se incomodaba, tendría que batirse con Mesía». Ana contempló a don Frutos, el mísero tendido sobre la arena, ahogándose en un charco de sangre, como la que ella había visto en la plaza de toros, una sangre casi negra, muy espesa y con espuma... «¡Qué horror!». Tuvo asco de aquella imagen y de las ideas que la habían traído.
Alrededor de la arcada, espesa hiedra tapizaba las paredes y, trepando hasta el tejado, enlazaba las vigas con su cordaje nudoso y se estremecía alegremente por encima de las tejas.
El aire se caldeaba con olores acres, punzantes, bestialmente embriagadores. Los perfumes del explosivo llegaban hasta el cerebro por la boca, por las orejas, por los ojos. Experimentaron el mismo enardecimiento de los directores de las piezas, que gritaban y braceaban en medio del trueno. Las cápsulas vacías iban formando una capa espesa detrás de los cañones. ¡Fuego!... ¡siempre fuego!
Era la niebla espesa y blanca como la albúmina, que caía sobre los buques, haciéndolos navegar á ciegas en pleno día, poblando el espacio de inútiles rugidos de sirena, no dejando ver el agua que los sustentaba ni los otros barcos cercanos, que podían salir de un momento á otro de la borrosa atmósfera, anunciando su aparición con un choque y un crujido enorme, mortal.
El invierno era allí muy duro y toda distracción imposible. La sociedad se componía de dos o tres empleados, de algunos propietarios campesinos, todos ellos casados y poco dispuestos a recibir en su casa al forastero. Muy tristemente vivió allí durante los sombríos días de diciembre y de enero. Durante esos dos mortales meses cubría siempre la tierra una espesa capa de nieve y era imposible salir.
La espesa red de verdura oscila lentamente por la presión del aire que arrastra el agua al caer, y las lianas aisladas, cuyas extremidades se bañan en los remolinos de espuma, se estremecen incesantemente. Los pájaros hacen su nido en este follaje y se dejan balancear por el aire.
Sus manos eran jazmines y sus pies de criolla, celebrados en Sarrió como nunca vistos; la suavidad y tersura de su cutis, vencían a las del nácar y alabastro. Sobre la frente, alta y estrecha como las de las venus griegas, de un blanco argentino, caían los bucles de sus cabellos rubios, cuya madeja, tan espesa como dócil y brillante, le tapaba enteramente la espalda hasta más abajo de la cintura.
Por otras partes, piedras desmoronadas llenan á medias el foso que cubre espesa alfombra de pamplina.
CADERA DE TORO. Se toma un trozo de un kilo, y en una vasija de barro se pone, con una cabeza de ajos, una cebolla grande, tres clavillos, seis granos de pimienta, una hoja de laurel, dos jícaras de aceite, dos de vino blanco, cuatro de agua y una cucharada de vinagre. Tiene que hervir de tres a cuatro horas. Al tiempo de servirlo se pasa la salsa y se espesa con una pastilla de chocolate molido.
Palabra del Dia
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