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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Estando durmiendo una noche en casa de su padre, prorrumpió de repente en gritos y ahullidos, que parecía de mentada, y echando los ojos hacia el techo, con grande espanto, decía á su padre: Mira, mira, que vienen los diablos á llevarme consigo al infierno y saltando de la cama, quería huir, mas su padre la detuvo.
Pues bien, yo no soy hombre que le tenga miedo a la lluvia dijo el herrador . Hará mal efecto cuando el juez Malam sepa que se nos ha hecho una denuncia a gentes honorables como nosotros, y que no hicimos nada para atenderla. Pero, con gran espanto del herrador, la proposición que él hiciera de ser suplente de constable levantó una objeción de parte del señor Macey.
A lo mejor pasaban corriendo, con la celeridad del espanto, mujeres, niños y rebaños, y tras ellos los hombres, que preparaban sus armas mirando inquietos el horizonte. Poco después asomaba en el último término de la Pampa una nube de polvo.
«¿Aquí no nos ve nadie?... preguntó receloso mirando a las paredes y a la puerta. Nadie. Porque si me guipan...». Y sacó del bolsillo un objeto cilíndrico, largo, como de media tercia, de dos pulgadas de diámetro. Era un canuto fuertemente liado con bramante. «¿Qué es eso? Un petardo. ¡Ah!, ¿eso que estalla? exclamó Isidora con espanto . ¡Y va a estallar aquí!...
En estas visitas lo pagan las mujeres del Mapono, que se ven obligadas á huir por el espanto y terror de aquellas horribles y monstruosas visiones.
La fisonomía de éstos tenía el color adecuado a semejantes solemnidades; esto es, un verde botella, que a intervalos tomaba visos anaranjados. Una vez en guardia, y dada la voz de atacar, comenzaron ambos a tentarse los sables metódicamente, primero de un lado, después de otro, con un lúgubre sonido que ponía espanto.
Con estos i otros castigos siguió la Inquisicion esparciendo el espanto por Andalucía: de tal manera que las gentes huian á las tierras estrañas, temerosas i con razon de los bestiales é inhumanos hechos cometidos tan sin contradiccion por los jueces del tribunal, llamado Santo.
Mi madre tenía un hermano, y si aquélla era buena, éste era malo y muy cruel por añadidura. No puedo recordar a sin espanto, y por algunos incidentes sueltos que conservo en la memoria, colijo que aquel hombre debió de haber cometido un crimen en la época a que me refiero.
Emma, pálida, desencajada, desgreñada, con diez años, de los que había sabido quitarse de encima, otra vez sobre las fatigadas facciones, abrió los ojos, y lo primero que hizo con ellos fue lanzar un rayo de odio y otro de espanto sobre el atribulado esposo. ¿Qué ha sido, hija mía, qué ha sido?
Y mientras cuantos contemplaban el grandioso espectáculo se miraban unos a otros deslumbrados y mudos de espanto, resonó una formidable carcajada de Marcos Divès, que se mezcló al zumbido que vibraba en los oídos de aquéllos.
Palabra del Dia
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