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Actualizado: 29 de noviembre de 2025
Después de la muerte de su aviador, parece sentir un gran afecto por ese teniente de la Legión extranjera, ese español tan enfermo, que tal vez morirá el día menos pensado, lo mismo que el otro.
Por el curso de la conversación se veía que había allá un ambiente de odios terribles; navarros, vascongados, alaveses, aragoneses y castellanos se odiaban a muerte. Todo ese fondo cabileño que duerme en el instinto provincial español estaba despierto. Unos se reprochaban a otros el ser cobardes, granujas y ladrones.
Se trabajaba allí de día y de noche sin reposo, bajo la dirección inmediata de don Anselmo, el alter ego de don Eleazar; un mozo español, de cuarenta años, sagaz, alerta y ladino para los negocios como un capeador para burlar el toro, y sin el cual rara vez don Eleazar celebraba conferencias sobre negocios delicados e importantes. Don Eleazar jamás se presentaba en teatros, bailes y paseos.
Ha habido que renunciar a las prácticas del catolicismo español antiguo, sano, francote y serio: un catolicismo como si dijéramos de panllevar, para atraer a la gente, dándole cantos bonitos en lengua común.
En un vagón del Metro tuve que explicar la otra tarde que era español á unas muchachas que se extrañaban de que no estuviese en el frente... Una de ellas, luego de conocer mi nacionalidad, me preguntó con sencillez por qué no me ofrecía como voluntario... Ahora han inventado una palabra: «emboscado». Estoy harto de las miradas irónicas con que acogen mi juventud en todas partes; me da rabia que me tomen por un francés «emboscado».
Incalculable sería el influjo que, en la corrección del gusto, podría ejercer la representación acertada y hecha con inteligencia de las obras maestras del teatro español, en reformar los escritos por nuestros poetas, y probablemente en despertar muchos talentos aletargados.
Los soldados de esa campaña particularísima, son las palabras; la palabra Bolsa es uno de los tantos y tantos combatientes de ese ejército numeroso, de ese ejército irresistible, de ese ejército que acabaria por conquistarnos, si no llegase un dia en que el pueblo español, aplicando, no el oído de fuera, sino el oído de dentro, no aplicando la oreja, sino la mente, oyese ruido en el interior de su casa, oyese disparos en el territorio de su inteligencia.
Y de vez en cuando se refería a Lucía, pero hablando en español para hacer notar el concepto inferior en que la tenía: ¡Oh! si usted supiera el trabajo que ella me da, para interesarla en los estudios serios. Y ella es inteligente, señor, pero aquí las niñas no tienen afición, porque están muy mal educadas. Ellas no tienen base, señor, no tienen base.
Era, en fin, un verdadero almuerzo español; con el indispensable chocolate. Amparo comía con apetito y sin encogimiento. Mustafá sentado junto a ella gruñía con impaciencia excitado por el olor de los manjares. Puse un plato al leal compañero de Amparo, que me dio las gracias con una sonrisa, y acarició después con su pequeña mano la cabeza del perro que comía con ansia.
Reconocido este hecho a él debemos ajustar nuestras normas y a sus necesidades tenemos que subvenir; pero hemos de apresurarnos a afirmar que entendemos grave error el considerar esos dos fines como antitéticos. El estudio práctico del español, para ser verdaderamente práctico y eficaz, requerirá en el mayor grado posible el conocimiento y el uso de las obras puramente literarias.
Palabra del Dia
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