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44 Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliesen todas las cosas que están escritas de en la ley de Moisés, y en los profetas, y en los salmos. 45 Entonces les abrió el sentido, para que entendiesen las Escrituras;

La sociedad mallorquina, encerrada en sus preocupaciones tradicionales, como un molusco en sus valvas, y enemiga por instinto de las novedades de París, indignóse ante este escándalo. ¡No eran casados!... ¡Y ella escribía novelas que espantaban por su audacia a las gentes de bien!... La curiosidad femenil quiso conocerlas, pero en Mallorca sólo recibía libros don Horacio Febrer, el abuelo de Jaime, y los pequeños volúmenes de Indiana y Lelia propiedad de aquél corrieron de mano en mano sin que los lectores los entendiesen. ¡Una mujer casada que escribía libros y vivía con un hombre que no era su marido!...

44 Poned vosotros en vuestros oídos estas palabras; porque ha de acontecer que el Hijo del hombre será entregado en manos de hombres. 45 Mas ellos no entendían esta palabra, y les era encubierta para que no la entendiesen; y temían preguntarle sobre ella. 46 Entonces entraron en disputa, cuál de ellos sería el mayor.

Pero jamás me conformaría yo a ser recibida en ese círculo por indulgente piedad; a que ese círculo descendiese de su nivel para recibirme, a que entendiesen los que viven en él que con su trato me purificaban o me realzaban. Para esto prefiero estar donde estoy, y aun me resignaría a estar mucho más abajo. Completa es, por lo tanto, mi conformidad con mi posición y con mi suerte.

Ansiaba que los dos hombres se entendiesen, terminando una lucha en la que ella era la única víctima. ¿No haría Dios el milagro?... Como un enfermo que cambia de sanatorio, persiguiendo á la salud, abandonaba la iglesia de su calle para frecuentar la Capilla Española de la avenida Friedland. Aquí aún se consideraba más entre los suyos.

Á Velázquez nunca le había gustado, mas aguijoneado ahora por el anhelo de la venganza, procuró doblegar á ella su gusto, consiguiéndolo á medias. Animado por el éxito, llegó á esperar que al cabo le hiciese olvidar su desdichado amor, cosa que deseaba con todas las veras de su alma. Pocas entrevistas fueron necesarias para que los dos se entendiesen.

Los pedazos de sardina eran una comida sin substancia para estos bandidos que sólo encontraban sabor al alimento sazonado con el asesinato. Como si los pulpos entendiesen sus quejas, se habían dejado caer en el fondo arenoso, flácidos, inertes, respirando por sus embudos. Un pequeño cangrejo empezó á descender al extremo de un hilo, con pataleo desesperado.

Tal era el infeliz estado de estas provincias en punto á disciplina, y no mejor el que se manifestaba en órden á la seguridad y defensa de ellas; pues no se encontraban armas, municiones ni otros pertrechos para la guerra, carecian de oficiales y soldados que entendiesen el arte militar: porque, aunque en las capitales de este vasto reino, como son Lima y Buenos Aires, se hallasen buenos é inteligentes, como el fuego de la rebelion se encendió en el centro de las mismas provincias y casi á un mismo tiempo en todas, y la distancia de una á otra capital es mil leguas, cuando menos, no dió lugar á otra cosa que á hacer inevitables los estragos, pues aunque tenian nombrados regimientos de milicias, cuya fuerza se hizo crecer en los estados remitidos á la Corte, se conoció despues que solo existian en la imaginacion del que los formó, tal vez con miras poco decorosas á su alto carácter, por la utilidad que producian los derechos de patentes y otras gabelas.

A lo mejor, digo algo que por casualidad me resulta gracioso, algo que en España pasaría por un «golpe» de ingenio, y las buenas señoras permanecen insensibles, como si no me entendiesen.

Las concretaba con maternal egoísmo en una sola persona, su hijo, que era soldado como los otros y tal vez en aquellos momentos se veía en peligro. ¡Las lágrimas que le costaba!... Había suplicado que él y su padre se entendiesen, y cuando al fin Dios quería favorecerla con un milagro, Julio se alejaba al encuentro de la muerte. Sus plegarias nunca iban solas.