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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Después iba sacando del perfumado encierro todas las joyas que constituían su orgullo: pendientes y sortijas de gran precio revueltos con otras alhajas exóticas de bizarras formas y escaso valor adquiridas en sus viajes. ¡Mira bien! decía gravemente á Ferragut mientras frotaba contra su brazo desnudo el enorme brillante de una de sus sortijas.
Este, sentado entre una barricada de melones y sandías, parecía una figura chinesca, y atraia con sus galantes invitaciones; aquel, como un mostrador ambulante, llevaba sobre la cabeza una enorme artesa ó canasta de mimbres, donde bailaban á cada movimiento los panecillos de azúcar ocañera, las cajetillas de suculento ariquipe, los atados de cigarros y los olorosos panes de maiz; y el de mas acá ó mas allá se pavoneaba con una torre de abisperos de papelon, de tortas de cazabe y de otras muchas golosinas que son el regalo de los viajeros de menor cuantía y los navegantes.
Cerca de la lanza del primer carro, a la derecha de la fila, se hallaban acurrucados dos carabineros, que llevaban unas guerreras de color azul celeste; dos verdaderos colosos, cuyas robustas naturalezas se rendían agobiadas por el dolor; parecían dos cariátides aplastadas por el peso de una masa enorme.
M. de Costa, que posee un castillo al pie del monte, nos ha proporcionado dos caballos para la subida; a pesar de ello me he visto precisada a caminar a pie en varias de las numerosas y casi inaccesibles revueltas de la carretera, donde era preciso contener las cabalgaduras; yo estaba llena de miedo viendo, a una profundidad enorme y espantosa, grandes precipicios y el lago Bourguet, en el cual podíamos sepultarnos al más pequeño descuido.
Ya alcanzaba á contemplar su huerto, ya se reía del miedo pasado, cuando vió saltar del bancal de cáñamo al propio Barret, y le pareció un enorme demonio, con la cara roja, los brazos extendidos, impidiéndole toda fuga, acorralándolo en el borde de la acequia que corría paralela al camino.
Pero hay que ver las botellas interrumpió Ojeda burlonamente. Eso es: hay que verlas juntas con los toneles; una enorme bodega; lo necesario para emborrachar a todo un pueblo... Y resbalando sobre el Océano vienen con nosotros toneladas y más toneladas de harina, montañas de cajas de conservas y de extractos; aves, pescados, bueyes, ¡qué se yo!... Todas las reservas de una ciudad sitiada.
Nos fué servida sobre el césped de una pradera, á la sombra de un enorme castaño. La señora de Laroque, instalada sobre uno de los cojines del carruaje en una actitud sumamente incómoda, no parecía por eso menos contenta.
Todos hablaron a un tiempo, sin oírse, porque el tono elevado del coro era dominado por un enorme perro que nos ladraba de una manera desaforada y que dividía mi inspiración entre los deseos de atraerlo con buenas palabras o el de pegarle un tiro.
Napoleon, en el arco del Triunfo, es un canto. En la capilla de San Gerónimo, es una plegaria. En esta sepultura es una sombra. Doce figuras colosales rodean las cenizas del Emperador. Este enorme grupo parece ser como un jurado de la historia. La tumba es de granito y pórfido, sin ornamento alguno. Este es el mejor ornamento. Aquella desnudez es grande, solemne, religiosa.
Obra titánica, por la enorme tensión de voluntad que representa y por sus triunfos inauditos en todas las esferas del engrandecimiento material, es indudable que aquella civilización produce en su conjunto una singular impresión de insuficiencia y de vacío.
Palabra del Dia
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