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Actualizado: 20 de junio de 2025


La fealdad es generalmente desagradable y limitada; la vejez maníaca y enfermiza; en cuanto a la juventud... soportable, el ensayo no me ha salido muy bien. ves el mal en todas partes, Hermancia dijo Neris sin volverse. Lo veo donde está, y, desgraciadamente, no me dejas equivocarme. ¿Acaso esa señorita ha dado lugar a la maledicencia? preguntó el cura alarmado.

Quizás asiduos trabajos intelectuales, atroces disgustos, prolongadas vigilias, la agitación del alma duramente refrenada y el fuego comprimido de las pasiones, obran misteriosamente en nuestro organismo y promueven esta explosión: el corazón se hincha, adquiere una fuerza enfermiza e irregular, y de repente inunda el cerebro de sangre. ¿Qué quiere V. significar con todo eso?

Echaron al agua la chalupa, fueron en busca de aquellos dos hombres, los trajeron y se los presentaron al capitán que, maravillado y compasivo, contemplaba los desencajados rostros, la palidez enfermiza y el aspecto abatido y miserable de sus huéspedes imprevistos. ¿Quiénes sois, desventurados? les preguntó Morsamor.

El linaje humano por medio de su incompleta y enfermiza razón llegará a conocer, cuando pasen millares de años, algunos accidentes de las cosas; pero siempre ignorará la sustancia que yo conozco, que conoce el Kan de Tartaria y que han conocido los sabios primitivos que se valieron, para sus elocubraciones, de esta lengua perfectísima e intransmisible ya por nuestros pecados.

¿Me preguntáis si D. Amaranto Peláez tiene realidad? Sin duda, amigos; tiene la relativa realidad traslúcida y enfermiza que le permite su mesada ridícula; pero existe, y se llama así, y es mi querido y moribundo cofrade. Y lo más lamentable es que D. Amaranto es un hombre representativo. Su perfil trágicocómico muequea cotidianamente en el retablillo de la triste y grotesca clase media. Santaló

Aquel joven era la tremenda ironía de la mujer que, viéndose mustia y enfermiza, recordaba al tierno esposo que él envejecía, gracias, no sólo a los años, sino también a los disgustos de aquella servidumbre conyugal.

Le distrajo como un libro de aventuras la conversación con aquellos hombres enjutos, huesosos, de una palidez enfermiza, cuya mirada parecía tener fulgores de fiebre. Eran ingenieros y altos empleados de ferrocarriles en construcción. Estas líneas audaces iban partiendo el silencio centenario de inmensas selvas que permanecían inexploradas desde el primer empuje del descubrimiento.

Casi no se distinguían imágenes, confesionarios, puertas, pinturas, ni tapices; los bultos y las líneas, perdidos la forma y el contorno, estaban ofuscados por un fulgor que, a pesar de su intensidad, recordaba la palidez enfermiza y triste de la cera.

No era reina de comedia, sino reina verdadera. Se miraba y se volvía a mirar sin hartarse nunca, y giraba el cuerpo para ver como se le enroscaba la cola. Pero qué, ¿iba a entrar realmente en el salón de baile? Su mentirosa fantasía, excitándose con enfermiza violencia, remedaba lo auténtico hasta el punto de engañarse a misma. De repente oyéronse pasos.

Si ese deseo no es una simple ilusión, el resultado de un momento de sobreexcitación nerviosa y enfermiza; si, al contrario, se hallaba desde mucho tiempo atrás en preparación en el fondo de ella misma, ¿cómo es posible que, seis horas antes de formularlo, haya manifestado tanta indignación contra mi madre, a quien sospechaba de acariciar quizá el mismo deseo?

Palabra del Dia

rigoleto

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