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No es temerario asegurar que después de esas horas encantadas el matrimonio no es sino una decepción para las tres cuartas partes de las mujeres. Pero la palabra decepción es bien débil para expresar lo que experimentará un alma y una inteligencia culta y delicada, en la intimidad de un hombre vulgar... Sería difícil formular convenientemente cómo juzgaba a la mujer el señor de Maurescamp.

Así como los compañeros de Ulises se encuentran encadenados por la belleza de Circe, y por su isla, semejante al Paraíso, así también el lector se siente adormecido por las alas del deleite, creyéndose trasladado á una isla maravillosa, desde la cual ve, en lo profundo, á la mar azulada ó á sus riberas encantadas formando graciosas bahías, y á sus suaves colinas, que parecen respirar amor.

Esta feliz idea, que cuadraba muy bien con los gustos de la castellana, había hecho a la de Candore muy popular. ¡No es tan orgullosa como se dice! exclamaban las comadres, encantadas de ser admitidas en el castillo. Al menos hace vivir al país declaraban los comerciantes, entusiasmados por la ganga. Resucita las antiguas costumbres decían los viejos en tono de aprobación.

Hay motivos para extrañar que el poeta haya llevado á la escena los singulares cuentos de los libros de caballería, y en este concepto se ha observado, en son de burla, que los héroes gigantes y damas encantadas de Amadís y de Esplandián se habían refugiado en el teatro después de expulsarlas Don Quijote de los libros; pero tampoco es posible negar que Calderón ha mejorado esas invenciones desordenadas y fantásticas de los antiguos romances, revistiéndolas de verdadera y más brillante poesía.

Añadid que la impresión, como si no fuera bastante fuerte, se agrava para la mujer nerviosa con la presencia de la muchedumbre. Es una exhibición cruel ante un mundo crítico, ante las rivales encantadas de encontrarla fea una vez siquiera, ante hombres poco circunspectos que de todo hacen burla, observando, gemelos en mano, las tristes peripecias de tocado de una pobre mujer humillada.

No hemos visto todo porque es inmenso; pero estamos encantadas de lo que hemos visto. No obstante, señor cura, hay algo que me intriga.

Los contemporáneos de Calderón estimaban á este gran poeta por deberle tantas creaciones soberbias; consentían que su arte se sobrepusiera á su ciencia y á su erudición; no ignoraban que aquélla no puede coexistir con las formas duras de la realidad vulgar, sino, al contrario, que se mueve y vive, allende la naturaleza ordinaria, en encantadas regiones, forjadas por el poder enérgico de la imaginación.

La gente variaba diariamente. Ante el doctor Chevirev pasaban artistas, escritores, pintores, comerciantes, aristócratas, empleados públicos, oficiales llegados de provincias. Había en la tertulia cocottes, señoras honorables y, en ocasiones, muchachas puras e inocentes, encantadas de cuanto veían y que se emborrachaban a la primera gota de vino.

Pregunté a Montesinos si las conocía, respondióme que no, pero que él imaginaba que debían de ser algunas señoras principales encantadas, que pocos días había que en aquellos prados habían parecido; y que no me maravillase desto, porque allí estaban otras muchas señoras de los pasados y presentes siglos, encantadas en diferentes y estrañas figuras, entre las cuales conocía él a la reina Ginebra y su dueña Quintañona, escanciando el vino a Lanzarote,

Aquel rincón querido está formado por un ancho biombo japonés, entre cuyos repliegues se esconden las banquetas destinadas a la juventud, mientras inmensas palmeras proyectan su sombra fantástica sobre nuestro asilo. Cuando las señoras quieren librarse de nuestra importuna presencia, la abuela me hace una señal y me voy dócilmente a nuestro refugio, llevándome a mis amigas encantadas.