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Actualizado: 19 de junio de 2025


Los aficionados pobres que no asistían a las grandes corridas por ser cara la entrada, y esperaban al anochecer la salida de El Enano para comentar el mérito de unos lances no vistos, agrupábanse en torno del futuro maestro, protegiéndolo con la sabiduría de su experiencia. Nosotros decían con orgullo conocemos a las «estrellas» del toreo antes que los ricos.

Necesito veinte mil: ni uno menos. Si usted no puede... Iba á volverle la espalda, pero el enano le detuvo con humildad, considerando inútiles en la presente ocasión todas las excusas y retardos que hacía sufrir á sus clientes, como un suplicio á fuego lento. Se escurrió entre los grupos, suplicando á «Su Alteza» que esperase un instante.

Cristela contestó: Quiero consultarle, buen hombre. Mi padre el rey me manda que elija un marido. ¿Miraré el rostro o el alma de los candidatos? El caso debía ser peliagudo, porque Bob se tiró de la barba un buen rato, respondiendo al cabo: Para casarse, casarse por amor... El amor entra por los ojos y se alberga en las almas... Haz lo que te parezca, Cristela. Así contestó el malicioso enano.

Pensando en los medios de unirme pronto a Gloria, antes del suceso que acabo de narrar se me había ocurrido una transacción con el maldito enano. Como yo tenía la certidumbre de que éste era el único causante de nuestros males y sospechaba que la razón de oponerse a nuestro casamiento y el empeño de hacer monja a Gloria estribaban en el interés, imaginé que podíamos llegar a un acuerdo.

Cristela se sintió perpleja. ¿Cómo debía elegir marido, sólo por el rostro, o también por el alma? ¡Era tan grave esto de decidirse por un compañero para toda la vida!... Pensó entonces que lo mejor fuera consultar a Bob el enano, puesto que tanto sabía. Y le llamó con los más íntimos deseos de su corazón... Bob vino y le dijo: ¿Qué quieres, Cristela?

Se me figuraba estar escuchando esos juegos en que los organistas se entretienen, a veces, soltando alternativamente los registros más agudos y más graves del órgano. No me descompuse en manera alguna por los insultos del enano. Los había previsto y tenía formado mi plan para responder a ellos.

¡No mires más las almas, Cristela, sino los rostros! insistió Bob. Los rostros bellos encantan por su belleza; en los feos hay inteligencia y audacia... Conténtate con la máscara, gózate de su mueca y su pintura; pero no penetres en los sentimientos y las ideas. Tal es el desinteresado consejo de tu amigo Bob el enano.

Volviéron al cabo al sitio donde etaban primero, habiendo visto la balsa, casi imperceptible para ellos, que llaman el Mediterráneo, y el otro estanque chico que con nombre de grande Océano rodea nuestra madriguera; al enano le daba el agua á media pierna, y apénas si se habia mojado el otro los talones.

Al siguiente día le mandó buscar con su enano. Hízole enseñar toda la casa, el huerto, las murallas; y llevole él mismo a conocer a su hija Beatriz, preciosa mujercita de diez años, que les recibió en gran aposento perfumado y oscuro, sentada sobre un cojín azul, entre las dueñas.

Faltan El galán sin dama y Los riesgos que tiene un coche. El título completo es: El enano de las musas. Comedias y obras diversas de Alvaro Cubillo de Aragón: Madrid, 1654.

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