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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Tenía las facciones delicadas, los ojos oscuros, de mirar expresivo, y los gestos y ademanes tan enérgicos y desenvueltos que a un tiempo delataban la vivacidad de su carácter y el empeño de mostrar una gracia más provocativa y libre de lo que su propia índole consentía.
El asunto está arreglado; pero no fué sin trabajo; he tenido que emplear los medios más enérgicos para vencerla; podéis quedaros en Orsdael y no tenéis nada que temer. ¡Me ha perdonado! exclamó el aya. Una mujer como la condesa no perdona jamás. Pero, con todo, ¿puedo quedarme?
Si después de tres siglos de lucha, hoy, que por la superioridad del armamento contamos con ventaja para combatir al enemigo, empleásemos los dilatorios elementos de tiempo y constancia, sería delatar una impotencia que estaría muy lejos de representar los enérgicos latidos de patriotismo que hoy repercuten en todo pecho español, anhelando á toda costa el engrandecimiento nacional.
A esa carta pertenece este párrafo: «Muy hidalgos corazones he sentido latir en esta tierra; vehementemente pago sus cariños; sus goces, me serán recreo; sus esperanzas plácemes; sus penas, angustias; cuando se tienen los ojos fijos en lo alto, ni zarzas ni guijarros distraen al viajero en su camino: los ideales enérgicos y las consagraciones fervientes no se merman en un ánimo sincero por las contrariedades de la vida.
Sí, lo tendrás dijo Jaime . Y si tu padre no te lo da, yo te compraré el mejor que encuentre en Ibiza. El muchacho se frotó las manos, brillándole los ojos con fulgores salvajes. Es sólo para que seas hombre como los otros continuó Febrer ; pero ¡nada de usarlo! Un simple adorno nada más. Pepet, ansioso de realizar cuanto antes su deseo, contestó con enérgicos movimientos de cabeza.
Cuando llevaba navegadas setecientas leguas, comenzó a pensar con inquietud si el Asia estaría más lejos de lo que él creía, y fue entonces cuando Pinzón el mayor, el férreo Martín Alonso, con la testarudez de los hombres enérgicos, que esperan salir de un mal paso atropellándolo todo, le gritaba desde su carabela: «¡Adelante, adelante!».
Las operarias alzaban los brazos ejecutando la desesperada pantomima popular, llevándose ambas manos a la cabeza, a la frente, al pecho, señalando con enérgicos ademanes el tabaco averiado e inútil, de imposible elaboración.
Presentían la posibilidad de la derrota: parecían olerla en el silencio que pesaba sobre la plaza, en la misma gravedad de sus enemigos. Algunos más enérgicos se revolvían contra la posibilidad del fracaso. ¡Venir de tan lejos, para que se burlasen de ellos unos pobretones!... Renacía su avaricia de antiguos miserables, que turbaba muchas veces con detalles de ruindad sus alardes de ostentación.
Pero ella le miró fijamente, al mismo tiempo que protestaba de su desaliento. Nunca es tarde en la vida para nada. Los hombres enérgicos son como ciertas tierras exuberantes del trópico, en las que se conoce la muerte pero no la vejez, renovándose sobre ellas una primavera incansable.
Era una mujercita delicada, de complexión casi enfermiza, sin rasgos enérgicos de belleza con que atraer y dominar: su rostro carecía de expresión y su cuerpo de gentileza: sus posturas eran lánguidas, como si todo su organismo estuviera sometido a la impasibilidad de un temperamento ingénitamente casto, reflejo de un alma privada de inspirar pasiones e incapaz de sentirlas.
Palabra del Dia
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