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Actualizado: 11 de junio de 2025


En vano afirmó don Esteban que este cuadro había sido pintado siglos después de la muerte de la emperatriz. La imaginación del niño saltaba desdeñosamente sobre estos reparos.

Verdad... Por mi parte no pienso sacar título, ni mi herencia es para tanto... Esas señoras, no ... Obdulia merece ser Duquesa, y lo es por la figura y el tono, aunque no se decida a ponerse la corona. De Emperatriz le corresponde, como hay Dios. En fin, yo no me meto... Y dejando a un lado la heráldica, vamos a otra cosa».

Y así, con gentil continente y denuedo, se afirmó bien en los estribos, apretó la lanza, llegó la adarga al pecho, y, puesto en la mitad del camino, estuvo esperando que aquellos caballeros andantes llegasen, que ya él por tales los tenía y juzgaba; y, cuando llegaron a trecho que se pudieron ver y oír, levantó don Quijote la voz, y con ademán arrogante dijo: -Todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso.

Así serás emperatriz de Oriente. Serás feliz y poderosa sin acudir a la magia; pero tendrás que hacerte cristiana.

Como el duque de Gandía ante el cadáver de la emperatriz, Felicita decidió allí mismo no volver a enamorarse de imágenes mudables, perecederas, y consagrar a Dios su doncellez. El alma humana es grande porque, como todo lo grande, se compone de pequeñeces sin número.

En el primer encuentro le rasgaron la ropilla al emperador; en el segundo le hicieron sangre, y la emperatriz, que estaba en los tablados, llamó muy asustada a su esposo, rogándole que reservase su lanza para gentes menos rudas que los caballeros jerezanos. El carácter bromista del marqués gozaba de tanta fama como su fuerza.

Y cuando yo sea grande, me comprarán tres vestidos cada mes, y un reló con diamantes y botas a la emperatriz. Yo voy también al colegio con ésta; y en mi casa se come principio todos los días, y los domingos se toma café; y mi papá tiene un perro en la huerta que muerde a las tarascas pegotonas.

Era la Muerte, la gran señora, la emperatriz del mundo, que se mostraba a él con su blanca y mate majestad, en pleno día, desafiando los esplendores del sol, el azul del cielo, el verde luminoso del mar. El reflejo del astro moribundo ponía una chispa de maligna vida en el óseo rostro de palidez de hostia, en la lobreguez de sus negras cuencas, en su sonrisa que daba espanto... ¡; era ella!

Pronto irán llegando por su orden los que vienen hoy a verte. Tus siervos los detendrán en la antesala. Yo los conduciré luego hasta ti. PROCLO. Aunque Marciano profesa la religión de Cristo, es muy amigo mío y se parece a en muchas cosas. Ama a la virgen emperatriz Pulqueria, como yo amo a la hija de Plutarco.

Su sobrino el caballeresco Coradino iba á morir más adelante bajo el hacha del verdugo al intentar la defensa de sus derechos. Como la emperatriz oriental no representaba ningún peligro para la dinastía de Anjou, el vencedor la dejaba seguir su destino sola y desamparada, como una princesa de Shakespeare.

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