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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Luego que el Duque supo que los Catalanes se querian defender, hizo grandes juntas de gente, así de naturales, como de extrañas, para echarles por fuerza de su estado, pudiéndolo hacer con menos gasto, menos peligro, y menos nota de su ingratitud, si les despidiera dándoles las pagas que tan bien habian merecido.

Cuando surgía una huelga en la montaña y los ferrocarriles paralizados no acarreaban mineral, había que echarles carbón lo mismo que si funcionasen. Aquellos enormes tubos de piedra, con su aspecto de grosera pesadez, eran delicados como juguetes de la industria, y podían inutilizarse al menor descuido.

Yo me acercaba a todos los grupos a oler aquel guisado... ¡jum!, malo, malo; el ministerio Palanca se iba cociendo, se iba cociendo... A todas esas... ¡figúrate si estarían ciegos aquellos hombres!... a todas estas, fuera de las Cortes se estaba preparando la máquina para echarles la zancadilla.

Apretóle la mano Claudia, y apretósele a ella el corazón, de manera que sobre la sangre y pecho de don Vicente se quedó desmayada, y a él le tomó un mortal parasismo. Confuso estaba Roque, y no sabía qué hacerse. Acudieron los criados a buscar agua que echarles en los rostros, y trujéronla, con que se los bañaron.

Los detenidos por el resello de monedas, hasta diecisiete, escaparon todos, desperdigándose por la ciudad, y otras de varios delitos salieron con ellos, sin que fuera posible nunca más echarles el guante, pues bien procuraron huir de las garras de alguaciles y tropas.

Mira, mocito, fué la contestación del veterano; en este endemoniado país yo ya no me admiro de nada. Á bien que hay en él más tunantes que conejos en los sotos de Hanson, gentes desalmadas todas, que se pasean de noche porque si lo hicieran de día no tardaría en echarles mano el verdugo. ¡Mala centella los parta y á dormir se ha dicho!

Después de echarles la bendición se había inclinado sobre ella cuchicheándole maliciosamente al oído: "Con este no te casas por casarte". El carruaje paró. Descendieron. Instantáneamente se vio con él en la sala nupcial. Había un gran lecho, muy ancho y muy bajo; brillaba indecisamente el moaré de los almohadones.

Atención, señores. El del Barandal del cielo dijo Asunción, respirando con alegría. El de los Santos pechos dijo Presentación. Vamos, no se haga usted de rogar. Pues voy a echarles una canción que me enseñaron los franceses. No, nada de franceses. Si es muy bonita, aunque a decir verdad, yo no la entiendo.

El ídolo político de mi tía, hombre formal, estudioso, lleno de buena fe, como el profeta de Münster, tenía una especie de virtud inconsciente e involuntaria para revolver las cabezas femeninas, y a pesar de toda su gravedad, de todo su juicio, contábase como cierto por los adversarios, que más de una vez, la crema de la high-life del tiempo, las señoras más encopetadas de Buenos Aires, le habían hecho manifestaciones públicas de simpatía en las ventanas de su casa, poniéndolo, en una edad que no era la de Apolo, en el caso de presidir la asamblea de las mujeres, perorar ante ellas y echarles las más metafóricas, las más eufónicas, las más pintadas frases de su cosecha oratoria.

Viendo el demonio que se le había desvanecido esta traza, se valió de otra, y fué introducir en el pueblo el pernicioso error de que lo mismo era echarles á los niños el agua del bautismo en la cabeza que despedirse del cuerpo sus almas; y se imprimió tan altamente este engaño en sus fantasías, que convirtiéndose el amor á los Padres en odio y aversión, los miraban con mal corazón y huían de ellos como enemigos jurados de su bien.

Palabra del Dia

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