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Esto es, bien lo sabe, lo que soporto menos fácilmente. Lo que me ha animado contra usted ha sido su brutalidad primera. No desconozco los servicios que usted me ha prestado, pero ¿para qué recordármelos tan duramente? Si se propusiera incitarme á la resistencia no obraría de otro modo, á no ser que su ferocidad le haga acariciar como los tigres, con las uñas...

Aquella flagrante falta de educación, cuyo secreto motivo adivinaba, le hizo el efecto de una injuria personal a la que se propuso responder duramente. Al volver al castillo, donde había preparado un lunch Raúl ofreció el brazo a su «perversa amiga», que lo aceptó con una espontaneidad de buen agüero y se dejó conducir al puesto de honor.

Muchísimo la molestó esta grosera bellaquería, que tan duramente la apellidaba; pero disimuló y se reportó durante muchos días, sin decir nada a su padre.

Herminia no echó de ver con qué pérfida habilidad habían sido escogidos los términos de esta carta para herir á Mauricio, á quien se trataba como un niño por la que tan duramente acababa de hacerle sentir su autoridad. La joven no vió más que la llamada á su marido y esto bastó. Cogió una pluma y al pie de la carta escribió. "Ven, mi querido Mauricio, te espero con mucha impaciencia.

Toda mi vida me arrepentiré de haberla tratado tan duramente como lo hice el otro día. Es una hada, mi querido cura, una hada rica de encantos, de poder y de poesía, que al tocar con su varilla mágica las cosas más insignificantes y feas las engalana con su propia belleza. «¡Qué voluble es el animalito humano!

Los unos llevaban sombrero, los otros una redecilla o un simple pañuelo de colores vivos cuyos extremos flotaban sobre sus hombros; pero todos tenían el color atezado, los ragos duramente característicos y el aspecto poco tranquilizador que distingue a los contrabandistas de tierra que operan en el litoral andaluz.

Con amarguísima dulzura, preguntó entonces a su discípulo favorito, tuteándolo por vez primera: ¿Es posible que hayas escrito esto?... Marcelo Valdés tenía tanto corazón como inteligencia, y amaba a aquel buen viejo, que tan duramente ganaba su pan cotidiano.

Bueno es decir que por una especie de adivinación, la condesa percibía siempre el momento favorable, el instante psicológico, y que tenía, por otra parte, una extremada delicadeza de tacto y una rara habilidad. Con esta táctica evitaba a su hijo toda lamentable aventura; en cuanto a los demás, poco le importaban. La pobre Juana lo había experimentado duramente.

Tenía los ojos enrojecidos, miraba duramente a todos lados y permanecía silencioso. Sólo sonreía forzosamente cuando le dirigían la palabra, como si su pensamiento estuviera lejos, muy lejos. El campanero, en cambio, era más locuaz que de costumbre. Hablaba de la fortuna del cardenal, de lo rica que iba a ser doña Visitación, de la alegría que tendrían aquella noche muchos del cabildo.

A tal extremo llega en Filipinas este abandono del clero, que D. Patricio de la Escosura, ejerciendo el cargo de Comisario Regio de S.M. en aquellas islas el año 1863, censura duramente este proceder como causa principal del atraso intelectual del indio, imposibilitado de apreciar los adelantos de la época por los medios que el estudio proporciona.