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Actualizado: 11 de junio de 2025
Quedaban migajas, no muy añejas aún, del pan de la boda, cuando don Pedro celebró con Julián una conferencia, conviniendo ambos en lo urgente de que el capellán se adelantase a salir a los Pazos para adoptar varias precauciones indispensables y civilizar algo la huronera, mientras no iban a vivirla sus dueños.
El tío Manolo fue enseñando a Miguel los trenes más lujosos y nombrándole sus dueños: también le enseñó las bellezas de la corte. ¡Guapa mujer esa que acabo de saludar! ¿eh?
Sus sargentos habían sido contramaestres; muchos de sus oficiales, ingenieros y dueños de taller. De pronto, los que subían tropezaron con los férreos habitantes del bosque.
Y como la suerte viene por rachas, no sólo en el juego fui feliz, sino también en los negocios y el amor. Los toros y ovejas de la «cabaña» se vendieron a excelentes precios, y mis tíos, los dueños del establecimiento, aumentaron en premio el tanto por ciento de mis ganancias. Y si me fue bien con mis toros, mis ovejas y mis tíos, mejor me fue con mi novia.
Allí se quedaban los dos como dueños de todo. Con otros huéspedes no osaría tales confianzas. Pero el señor de Maltrana podía hacer lo que gustase y disponer de su biblioteca: todas las puertas quedaban abiertas. Si necesitaba clavar algo en el arreglo de la casa, allí tenía un poco de todo, en el cajón de los chismes.
Por espacio de casi trescientos años había estado en poder de sus primitivos dueños, los Baddesley, hasta que Blair la había comprado, incluyendo el mobiliario, las pinturas, armaduras, y, en fin, todo lo que en ella había.
La hija menor de los dueños de esta huerta se hallaba una mañana en ella cortando flores con las tijeras que pendían de su cintura y colocándolas después con mucha delicadeza en un cestillo de mimbre.
"El quinto: para tomar cuenta como están los vientos, y tambien cuando llueve, y en tiempo de la luna lo que sucede. "El sexto y último, para vivir hermanablemente y á convenirse en todas cosas por el provecho de los dueños del barco." Santiago Blanco, natural de Galicia en el reino de España. Hilario, natural de la provincia del Paraguay. José Gombo, natural de las Indias Orientales.
Antes, París pertenecía a los parisienses, y este antes no está muy lejos de nosotros, treinta o cuarenta años apenas. Los franceses, en esta época, eran dueños de París, como los ingleses lo son de Londres, los españoles de Madrid y los rusos de San Petersburgo. Pasaron esos tiempos. Los otros países tienen aún fronteras, pero la Francia ya no las tiene.
Los dueños de hoteles y restoranes, por agradecimiento, colgaban mi retrato un el lugar más visible de sus comedores, siempre repletos. Los diarios publicaban mi biografía, y al hablar de mis riquezas se veían obligados á romper sus columnas, colocando una línea de ceros á todo lo ancho de la página, y aun así, les faltaba espacio.
Palabra del Dia
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