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Actualizado: 21 de junio de 2025


Maltrana siguió explicando el diverso carácter de los otros grupos que se sentaban en la banda de babor. En último término, cerca del fumadero, los comerciantes germánicos dormitaban en sus sillones con un viejo ejemplar del Simplicissimus sobre la cara.

Más serios y a su negocio, hozaban algunos cerdos en el estiércol, que escarbaban y picoteaban gallos y gallinas, mientras dos perros dormitaban, acosados por miles de mosquitos.

Las marismas reunidas sobre la cubierta a proa callaban y mis compañeros, excepto Julia, dormitaban sobre las tablas caldeadas, al abrigo de la vela extendida a popa formando carpa. Nadie se movía a bordo. La mar estaba quieta como una masa de plomo a medio fundir. El cielo límpido y descolorido por el resplandor del sol de mediodía reflejaba sobre el agua como en un espejo empañado.

Hasta la bahía se hallaba aletargada; un gallardo queche blanco se mantenía inmóvil; dos paquetes de vapor, con la negra y roja chimenea desprovista de su penacho de humo, dormitaban, y solamente un frágil bote, una cascarita de nuez, venía como una saeta desde la fronteriza playa de San Cosme, impulsado por dos remeros, y el brillo del agua, a cada palada, le formaba movible melena de chispas.

De tarde en tarde encontraba el buque praderas flotantes, extensos campos de algas despegadas del mar de los Sargazos. Tortugas enormes dormitaban hundidas en estas hierbas, sirviendo de isla de reposo á las gaviotas posadas en su caparazón.

Los caballos reemprendieron de nuevo el camino que los alejaba de su chacra, y un rato después llegaban al lugar en que Barigüí había cumplido su hazaña. La bestia estaba allí siempre, inmóvil en medio del camino, mirando con solemne vaciedad de idea desde hacía un cuarto de hora, un punto fijo de la distancia. Detrás de él, las vacas dormitaban al sol ya caliente, rumiando.

Se volvió cerca de la verja para contemplar su hermoso dominio, como si le pidiese perdón. Un silencio de palacio encantado: los jardines dormitaban como bosques de ensueño. Creyó ver al final de una larga avenida el revoloteo de dos grandes pájaros. Eran Estola y Pistola, con sus fracs de faldones excesivamente largos, corriendo hacia el final del promontorio.

No existían a la vista otras pruebas de las aficiones del amo que las jaulas colgadas al exterior en las horas de sol y los perros que dormitaban enroscados ante la puerta. Soy un cazador legal decía con zumbona gravedad a los guardas cuando éstos aparecían . Me dedico a los pájaros con red, o llevo los perros a las tapias de El Pardo, por si algún conejo se sale del término.

Cuando subió á su vivienda, vió que la servidumbre trabajaba ya en torno de las cocinas, preparando el gigantesco almuerzo. Ocupó Edwin su escabel, apoyando los codos en la mesa; pero al abarcar con su vista la planicie de madera, tuvo un agradable encuentro. Había alguien más que los atletas que dormitaban junto á la grúa.

Las mujeres dormitaban en los rincones, o formando corrillos oían cuentos de brujas y milagros de santos con un silencio religioso. ¡El amo! dijo el aperador al entrar. ¡Arriba! ¡Arriba! ¿Quién quiere vino? gritó alegremente el señorito. Todos se pusieron de pie, sonriendo a la inesperada aparición.

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