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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Se componía de cuatro oficialas, las dos doncellas de la casa, cuando los quehaceres domésticos se lo permitían, Venturita y la misma Cecilia. Era una juventud bulliciosa, a la cual, el trabajo activo no impedía charlar, reir y cantar todo el día. La alegría les rebosaba del alma a aquellas muchachas, y se desbordaba en risas inmotivadas, que a veces duraban larguísimo rato.
Díjome Montesinos como toda aquella gente de la procesión eran sirvientes de Durandarte y de Belerma, que allí con sus dos señores estaban encantados, y que la última, que traía el corazón entre el lienzo y en las manos, era la señora Belerma, la cual con sus doncellas cuatro días en la semana hacían aquella procesión y cantaban, o, por mejor decir, lloraban endechas sobre el cuerpo y sobre el lastimado corazón de su primo; y que si me había parecido algo fea, o no tan hermosa como tenía la fama, era la causa las malas noches y peores días que en aquel encantamento pasaba, como lo podía ver en sus grandes ojeras y en su color quebradiza.
Los criados salieron por una puerta, y doña Clara y las doncellas por otra. Quedóse solo el joven. Una gravedad que hasta ahora no hemos conocido en él, había acabado por ser la expresión de su semblante.
-Todo va bien hasta agora -dijo don Quijote-. Pero dime: ¿qué joya fue la que te dio, al despedirte, por las nuevas que de mí le llevaste? Porque es usada y antigua costumbre entre los caballeros y damas andantes dar a los escuderos, doncellas o enanos que les llevan nuevas, de sus damas a ellos, a ellas de sus andantes, alguna rica joya en albricias, en agradecimiento de su recado.
No es cierto que en tiempos del apocado Mauregato fuese un Tumbaga quien intervino en el famoso tributo de las cien doncellas. No está probado tampoco que cuando Sancho el Bravo se sublevó contra su padre, por creerle chiflado y a manera de espiritista, fuese un Tumbaga quien le alentó en la criminal rebelión.
Lo que yo quiero es que escojas como todas las doncellas católicas y decentes, sin disgustar á tus papás y desobedecer á tu director. Tú eres de una familia cristiana y debes seguir sus costumbres.
Cuando el duque, aprovechando una ocasión, la decía amores, doña Juana se callaba, se ponía encendida y buscaba en la conversación general una defensa contra las solicitudes del duque. Si éste la encontraba sola en su casa, doña Juana llamaba inmediatamente á sus doncellas. Si el duque la seguía á la iglesia, la duquesa no levantaba la vista de su libro de devociones.
Viéndola don Quijote, dijo: -Este caballero fue uno de los mejores andantes que tuvo la milicia divina: llamóse don San Jorge, y fue además defendedor de doncellas. Veamos esta otra.
En cuanto a las doncellas de labor y cocineras, no paraban aquí los galanteos de don Serapio.
Divididos en dos columnas, marchaba una contra la tropa de cristianos que había salido a su encuentro, mientras la otra, dando un rodeo, penetraba en la población, cautivando doncellas y mancebos, robando las iglesias, matando a los sacerdotes. Los cristianos sentían la incertidumbre de su situación.
Palabra del Dia
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