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Actualizado: 13 de junio de 2025
Divinidad vaga, de confusos mandamientos; pero cuyo solo nombre le hacía latir más ligero el corazón y le encendía puntilloso calor en el rostro. Su rosario, envuelto en la guarnición de la espada, golpeaba el metal con las cuentas. Esto que agora emprenderéis agregó el lectoral será en servicio de la santa Iglesia de Cristo.
Licinio ha muerto por mandato de Constantino, en castigo de una persecución á los cristianos que ha promovido, y se acuerda poner el cadáver en presencia de las tres cruces, porque será la verdadera la que lo resucite. Se hace la prueba, y apenas toca á Licinio el santo símbolo, recobra el muerto la vida, y las primeras palabras que pronuncia declaran la divinidad de Jesucristo.
Aunque colocada y movida con suprema elegancia esta Venus, no es una diosa, sino una bellísima mortal. Emilio Michel dice de ella que «no tiene nada común con la divinidad clásica a que nos han acostumbrado las obras de los maestros italianos» . Quien así representaba a los dioses inmortales no había de tratar con mayor consideración a los filósofos que dudaban de ellos.
La horrible guillotina, cuya enorme cuchilla lo mismo podía cortar un librillo de papel de fumar que una cabeza humana, ocupaba el ángulo más sombrío de la sucia estancia, que más parecía una bodega o sótano que taller del Arte de imprimir, soberano instrumento de la Divinidad, vicario de la Providencia en la Tierra.
Era, indudablemente, la divinidad del templo muerto, que había cambiado de forma para vivir sobre sus ruinas. Esta culebra debía tener veinte siglos. Por culpa de Ferragut no había podido tomarla entre sus manos... La habría hablado... Estaba acostumbrada á conversar con otras...
Ella sintió que había hecho mal en apelar a la divinidad, y se apresuró a decir con desenfado: Quise decir la suerte... Vamos, no empieces a ponerte cargante y tristón...
El miedo ciego de Santo Tomás le hacía concebir una justicia ciega de la Divinidad porque por su culpa Dios desencadenaba una tempestad y prodigaba el rayo que naturalmente dañaba y molestaba a un gran número de personas que sufrían por causa de las culpas del Santo.
»No es posible me grita una voz, es una locura; ¡tú apenas te atrevías a alzar los ojos hacia ella como hacia una divinidad, y ella es quien ahora se arroja al cuello de un hombre que no la merece! »Tenía miedo de tocarla; sin embargo, fue necesario que la levantara, y cuando la tuve en mis brazos, se puso a sollozar amargamente, como si hubiera querido llorar hasta morir.
Se relamía pensando que iba a verla otra vez, que iba a entrar con un vaso de agua. Pero el agua la trajo una verdadera fregona. Hasta el día siguiente no supo Nepomuceno que su dulce tormento era Marta en persona; le dio a Sebastián señas de la divinidad, y... era Marta.
Lo veía encerrado para siempre en aquel recinto de dolor y de miseria y aceptaba su espantoso porvenir con ánimo sumiso. Un impulso de agradecimiento se apoderó de su pensamiento; levantó los ojos al cielo, y en aquel imponente silencio de la mar desierta, bajo el firmamento bordado de estrellas, rezó en acción de gracias á la divinidad que le había salvado.
Palabra del Dia
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