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Actualizado: 9 de mayo de 2025


El dolor le hizo soltar el rifle, permaneciendo acurrucado con una mano en el hombro. Su agresor dió unos pasos hacia él para que el segundo disparo resultase más certero, en el mismo instante que Manos Duras avanzaba su cabeza fuera de la esquina del rancho, atraído por la pelea.

Hubo un momento en que Batiste creyó ver algo negro que se agarraba á las cañas pugnando por remontar el ribazo. Pretendía escaparse... ¡fuego! Sus manos, que sentían la comezón del homicidio, echaron la escopeta á su cara; partió el gatillo... sonó el disparo, y cayó el bulto en la acequia entre una lluvia de hojas y cañas rotas.

Gracias a este accidente la patrulla le ganó considerable distancia; anduvo cerca de alcanzarle. Pero antes que esto sucediese, el forajido, alzándose con extremada presteza, huyó más ligero que el viento. Don Roque disparó los dos últimos tiros de su revólver, gritando siempre: ¡Date, ladrón! Desapareció por la esquina de la Rúa Nueva.

De la parte de Areo, cruzando sobre el río a mucha altura, vieron venir un bando de tordos de agua. Cuando estuvieron a tiro Frígilis disparó los de su escopeta con tan mala suerte, que no consiguió más que dispersar las apretadas filas. ¡Tira , bobo! gritó Crespo furioso.

Estuvo vacilando en poner cartuchos con bala, pero como era difícil hacer puntería de noche, optó por los perdigones gruesos. Ni en aquella noche, ni en la siguiente, se presentó Martín, pero cuatro días después Carlos lo sintió en la huerta. Todavía no había salido la luna y esto salvó al salteador enamorado. Carlos impaciente, al oir el ruido de las hojas, apuntó y disparó.

A cada disparo parecía que las cimas del Hengst, del Gantzlée, del Giromani y del Grosmann contestaban hasta las profundidades del abismo. ¿Qué es esto? se preguntaba Berbel . ¿Ha llegado el fin del mundo?

Golbasto, el gran poeta nacional, se había retirado jurando vengarse del bárbaro intruso. Los concurrentes le vieron con un vendaje debajo de su corona de laurel, pues se había descalabrado al caer al suelo con Momaren bajo el disparo del gigante. ¿Qué ha hecho usted? volvió á repetir el profesor.

Al poco tiempo, el hombre volvió a aparecer más cerca, escondido entre unos helechos, y disparó sobre Martín.

De aquí pasó de un salto a los rumores públicos, a las bromas que a ella la daban amigos y conocidos, y a lo equivocados que andaban unos y otros en el supuesto. Fue largo el disparo y terminó de este modo: Lo que yo les digo: eso a los comparientes de Peleches, si acaso.

Sonó entre la niebla un tiro, y el señorito Octavio se desplomó sobre la tierra con la cara mirando al cielo. Oyóse inmediatamente un segundo disparo, y la condesa vino á caer de bruces sobre él, cual si fuese á hacerle una caricia. El conde surgió de la nube al instante. Llegóse á los cadáveres y con un pequeño esfuerzo los hizo rodar por la pendiente de la Peña. La niebla los tapó en seguida.

Palabra del Dia

bagani

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