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Actualizado: 21 de junio de 2025
Grande es mi deseo de contestar dignamente a dicho discurso; pero ni la premura del tiempo, ni las dolencias y graves disgustos, que en estos días me han aquejado, ni mi falta de serenidad y de paz interior, habrían de consentirlo, aunque la pobreza de mi erudición y la cortedad de mi entendimiento no lo estorbasen.
-Maldiga Dios -dijo él- tan mala gente como hay en ese pueblo, pues falta entre todos un hombre de discurso. Preguntéle que cómo o por qué se podía decir tal de lugar donde asistían tantos doctos varones. Y él, muy enojado dijo: ¿Doctos?
Por último, en mitad del discurso de don Rosendo, o porque nada pudiese oponer a su grave elocuencia, o porque el ruido de los aplausos le exacerbase de modo irresistible, es lo cierto que salió de la sala, y comenzó a dar paseos por delante de la puerta del teatro en un estado de agitación lamentable. A los pocos momentos, volvió a entrar y subió a la cazuela.
El profesor Flimnap le obedeció, dirigiendo al gigante un segundo discurso para repetir los elogios con que el Padre de los Maestros contestaba á las alabanzas de Gillespie. Pero éste empezó á fatigarse de la monotonía de una entrevista en la que la vanidad literaria de Momaren daba el tono á la conversación.
Por su gusto, le hubiese citado para aquella noche, o se le hubiera llevado en seguida a un café, a cualquier parte. Cuando, de allí a poco, entró en el salón de sesiones, no podía coordinar las ideas. Lo que había hecho Pepe le indicaba que las gentes contaban con un discurso suyo. No era ilusión; no estaba representando un papel de comedia, sino dentro de la realidad.
Auvray sonrió con satisfacción, y luego haciendo un gesto teatral, como actor que se prepara para declamar un largo parlamento, dijo: Suplícote no olvides que soy abogado, lo cual quiere decir que debes escucharme con paciencia, sin interrumpirme ni replicar hasta el fin de mi discurso. Desde luego te prometo que éste no pasará de un cuarto de hora.
De su discurso de recepción sería petulancia en mí el hacer aquí panegírico. ¿Cuál mejor que vuestro aplauso? ¿Qué prueba más clara de su mérito que el deleite e interés incesante con que le habéis oído?
Pero la ebullición del Congreso llegó entonces a parecerse a una tempestad, y el honorable diputado, sintiendo hundirse el suelo bajo sus plantas y desplomarse el techo sobre su cabeza, cortó de pronto el hilo de su enmarañado discurso, y concluyó en seco.
Anselmo, jóven aficionado al estudio de las altas cuestiones de legislacion, acaba de leer un elocuente discurso en contra de la pena de muerte.
En el discurso de la cena preguntó don Juan a don Quijote qué nuevas tenía de la señora Dulcinea del Toboso: si se había casado, si estaba parida o preñada, o si, estando en su entereza, se acordaba -guardando su honestidad y buen decoro- de los amorosos pensamientos del señor don Quijote.
Palabra del Dia
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