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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Virey del Perú, por los auxilios de tropa y demas que fuese preciso, le dirigió un pliego rotulado á dicho Gobernador, para que lo remitiese á Chiloé, en alguna piragua, ó embarcacion de particulares; con órden de que la comprase de cuenta de Su Magestad, si fuese capaz de poderse continuar en ella la correspondencia con aquella provincia, y en él de que no la hubiese, que dispusiese la construccion de una, adecuada al fin enunciado: haciéndole otras prevenciones conducentes á procurar la mayor seguridad de la expedicion, y el acierto de la ruta que se ha de elegir, y á facilitar el debido cumplimiento de la real órden de Su Magestad, con la prontitud deseada.
Como la víspera, la saludó sonriendo y dirigiéndose á ella como si fuese una antigua conocida, dijo: ¿Seré hoy más dichoso que ayer y podré llegar hasta la señorita Guichard? Herminia juntó las manos y dirigió á Mauricio una mirada suplicante. Hable usted más bajo, se lo suplico ... ¡Si nos oyeran, sería terrible! ¿Por qué?
Lo primero es prevenirse; me ha dicho que en aquel retrete hay armas, armémonos. Quevedo tomó una bujía de sobre la mesa y se dirigió á una puerta situada á un extremo de la cámara, la abrió y entró.
Se dirigió a la puerta seguida de él, que en su exaltación no se daba cuenta de este cambio repentino. Continuaba hablando en español, repitiendo la misma súplica con un tuteo pasional. Y ella, por dos veces, sonriendo de las dificultades de su pronunciación, le dio la respuesta en el mismo idioma: No compregndo... no compregndo. En el antecomedor le tendió una mano para despedirse.
El primero, acercándose a su padre, le besó como pudiera hacerlo un niño; y el segundo, antes de saludar, dirigió una mirada a la puerta del pasillo por donde había vuelto a marcharse Leocadia con dos o tres paquetes que trajo su hermano. ¿Lo ves, papá? dijo Pepe. Cuando vengo solo, tarda esa media hora en abrir; hoy, como sabía que éste venía conmigo, ha bajado la escalera a saltos.
Se dirigió hacia el indio salvaje y le miró fijamente al rostro, hasta que el indio tuvo conciencia de que se las había con un sér más selvático que él mismo.
La condesa, con la sonrisa en los labios y los ojos medio cerrados, le miraba por entre sus negras y largas pestañas con expresión picaresca. Después que hubo cesado, Octavio se dirigió á ella, apretó su mano un poco más que de costumbre y se despidió hasta el día siguiente.
El conde dirigió una carta a su prima, donde cortés, pero enérgicamente, le manifestó que su sobrina no saldría de su casa sino para el altar, y aconsejándole que desistiera, por el buen nombre de ella y de la familia, de querer forzar la voluntad de la joven. No sé si a influjo de esta carta o por temor o vergüenza, doña Tula no dio un paso para reclamar a su hija.
Elías sacó de su bolsillo una pequeña faja negra, que le servía de tapabocas, se la envolvió al cuello y se dispuso á salir. El cafetero, con su oficiosidad acostumbrada en presencia de aquel personaje, se dirigió á abrirle la puerta. Ya principiaba á despuntar el día. El viejo realista salió sin saludar á su amigo y tomó la dirección de su casa. #Un lance patriótico y sus consecuencias#.
¡Jesús!... ¡Vaya por Dios! ¡Vaya por Dios!... No pensé que fuera para tan pronto... ¡Pobre D. Álvaro! exclamó levantándose vivamente y apresurándose a ponerse los manteos y el sombrero. ¡Bah! ¡Un hereje que no ponía los pies en la iglesia! ¿Qué importa que se muera? Cuanto primero se lo lleven los demonios, mejor. El excusador le dirigió una mirada tímida y ansiosa.
Palabra del Dia
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