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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Diríase que eran las ideas, que cansadas de la oscuridad del cerebro se asomaban por los balcones de la nariz y de las orejas a ver lo que pasaba en el mundo. Cargábanle a doña Lupe sus pretensiones sermonarias y cierta grosería entremezclada con la soberbia clerical.
Los colores poco sobreviven, pues la mayor parte se disuelven y desaparecen. Aun las mismas madréporas sólo dejan su base, que diríase inorgánica, siendo no obstante la vida condensada, solidificada. Las mujeres, que tienen ese sentido mucho más delicado que nosotros, no se han engañado, presintiendo aunque confusamente que uno de dichos árboles, el coral, era una cosa viva.
Todo lo hacía bien, con arte y presteza, adivinando los gustos y deseos de las señoras para satisfacerlos al instante. ¡Y qué buenos modos, qué dulce agrado, qué humildad y ganas de complacer! Diríase que una y otra joven trabajaban desafiadas y en competencia, apostando a cuál conquistaría más pronto la voluntad de sus amas.
Tales fueron las impresiones que yo experimenté en día semejante y que me inspiraron las siguientes estrofas: ¡Oh! Cuando toca la campana lentamente. Esparciendo sobre el valle su voz parecida a un gemido. Diríase que es la mano de un ángel quien la mueve. Y que entre la brisa nocturna, derrama sobre la tierra cuanto en él hay de divino. Cuando huyen del campanario las negras golondrinas.
Frisaba en los cuarenta años y parecía tener sesenta, con su barba gris de patriarca, la melena casi blanca y las arrugas de su frente de pensador: diríase un hombre combatido por las adversidades, un inválido del trabajo, un paria de la suerte, todo menos el prototipo del holgazán. Era digno, a su manera.
De tiempo en tiempo, las bombas de palenque trataban de armar un escándalo en la atmósfera, pero en balde: diríase que era la detonación de algún vergonzante petardo, que así alteraba la amplia serenidad del ambiente, como el zumbido de un mosquito turbaría el reposo de un gigante.
Este libro que lee Sarrió es un libro trascendental y filosófico; se titula: Diccionario general de cocina. Sarrió tiene fija la vista en una de sus páginas; su cuerpo se remueve en la silla; diríase que le desasosiega alguno de los pasajes del libro. Sí, sí, le inquieta a Sarrió uno de los pasajes de este libro.
Esta idea de su permanencia transitoria en la tierra, dió el último toque al efecto que el predicador había producido; diríase que un ángel, en su paso por el firmamento, había sacudido un instante sus luminosas alas sobre el pueblo, produciendo al mismo tiempo sombra y esplendor, y derramando una lluvia de verdades sobre el auditorio. De este modo llegó para el Reverendo Sr.
Poe, como un Ariel hecho hombre, diríase que ha pasado su vida bajo el flotante influjo de un extraño misterio. Nacido en un país de vida práctica y material, la influencia del medio obra en él al contrario. De un país de cálculo brota imaginación tan estupenda.
Está meditando sobre un objeto, al parecer no adelanta; con la atencion sobre una cosa, diríase que está dormitando. No importa; no le violenteis; mira si descubre algun indicio que le guie; se asemeja al que tiene en la mano una cajita cerrada con un resorte misterioso, en la cual se quiere poner á prueba el ingenio, por si se encuentra el modo de abrirla.
Palabra del Dia
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