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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Sólo se oía hacia la parte del gabinete el quejido metálico de los rodajes del reloj, y un silencio sepulcral reinaba en el espacio a cada interrupción del diálogo. Diríase que los objetos escuchaban. Has vivido siempre apartado de nosotros prosiguió Pepe y no sabes que el amor que une a los tuyos es más fuerte que el delirio de vuestra fe.

Ayudaba a componer el menú de la cena; elegía los vinos; indicaba los mejores cantantes y cantatrices, a quienes se invitaba también al gabinete. Luego se sentaba en un extremo de la mesa, con su botella de champaña, que los criados le llevaban cada vez que cambiaba de sitio. Cuando le dirigían la palabra se sonreía, y diríase que hablaba mucho, aunque guardaba, en realidad, casi siempre silencio.

Para doña Carmen era toda mansedumbre y cariño: respecto de Clotilde y Javier, parecía vivir en sumisión forzada; les dirigía la palabra cortés y casi afectuosamente, pero siempre con tal circunspección y mesura, siempre con tan escasa confianza, que la reserva robaba espontaneidad a su lenguaje: diríase que medía y pesaba las palabras, evitando cuidadosamente todo lo que pudiese ocasionar piques y roces.

Estrellas errantes, bólidos, aerolitos.= Se da el nombre de estrellas errantes á unos meteoros que se presentan, en un cielo sereno, bajo el aspecto de puntos luminosos que corren por entre las estrellas. Diríase á primera vista que son estrellas desprendidas de la bóveda celeste, que caen y se apagan.

Lo que hace falta es no vivir al día, y gastar menos de lo que se tiene; no arrastrar coche cuando el puchero escasea, y confiar el porvenir al trabajo honrado y no al azar del juego. Diríase que es usted situacionista. No lo fuí nunca y menos lo sería ahora. Pero no me negará usted que aquí todo se vuelve hablar y nada entre dos platos. Luego, el ministro de Hacienda...

Diríase que el espíritu benigno del solariego, con la amargura de sus memorias, con la bondad de sus sentimientos, presidía aún y gobernaba las labores y las intimidades de la pudiente casa labradora.

Las plantas blandas y gelatinosas, con órganos redondos que no parecen ni tallos ni hojas, afectando gordura, la dulzura de las curvas animales, diríase que quieren engañar al que las mira y hacerse pasar por seres del reino animal, mientras que los animales verdaderos parece como que se ingenian para ser plantas y asemejarse á los vegetales, pues imitan todos los caracteres del otro reino.

Diríase que su madre la concibió forzada, pugnando por sustraerse a la realidad, y que ella, adivinándolo, sentía horror de ello, procurando aborrecer las perfecciones corporales que habían de convertirse en desventuras del alma.

Diríase que bárbaros instrusos han arrancado todos los tapices y antepuertas, con premura de saqueo, y quebrado hasta la última baldosa del piso al arrollar las alfombras y llevarse los muebles, no dejando otra cosa que una mesa florentina de ébano incrustada de marfil y una silla de roble.

Diríase que los ángeles mueven y aderezan todo lo que ella pone bajo su intento. Las personas que la visitan advierten claridades y frescuras de otra vida en torno de su persona; y, de noche, se la reconoce en las más obscuras estancias por la misteriosa luz que desprenden sus cabellos. No ha cumplido aún veinte años y nadie ignora en Lima los asombrosos prodigios con que el Señor la favorece.

Palabra del Dia

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