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El marino, sorprendido por aquella pregunta, miró al puente y se convenció de que, en efecto, el barco estaba inclinado de estribor, cuando, por la posición de las velas, debiera inclinarse del lado contrario. ¡Esto es raro! exclamó . Si llevásemos carga se diría que estaba mal estibada, pero no hay siquiera una tonelada de lastre. ¿Y qué me dices, Van-Horn? preguntó el Capitán.

Ello diría, ello diría y no había de tardar». Y en tanto la vida era una delicia. El maduro don Juan que, como él decía, était déj

Cualquiera diría, repuso Ben Zayb que estaba de ocurrencias aquella noche, que ese chino es Quiroga, pero observándole bien se parece al P. Irene. ¿Y qué me dicen ustedes de ese indio-inglés? ¡se parece á Simoun! Resonaron nuevas carcajadas. El P. Irene se frotó la nariz. ¡Es verdad! ¡Es verdad! ¡Si es el mismo! ¿Pero dónde está Simoun? ¡que lo compre Simoun!

Os diría también que en la escuela de mi señor no se aprende á buscar un lance por medio de tan groseros modos.... ¿Y cómo habéis aprendido á hacerlo vos, modelo de escuderos?

Pensaba pasar en ella la noche, ya que no era posible con aquel tiempo volver a Jerez. El aperador protestó. ¡En la gañanía un hombre como don Fernando!... Su cama estaba dispuesta para él y si no le gustaba, abriría la habitación del señorito, que era tan buena como cualquiera de Jerez.... ¡La gañanía! ¿Qué diría su padrino si él toleraba tal disparate?...

Guillermina extendió la mano para taparle la boca; pero sin resultado. «Yo no podía hablar... Me quedé como una estatua; me dieron ganas de llorar, de echar a correr o de no qué». No le diría a usted nada de particular indicó la santa muy asustada, quitando gravedad al asunto . Nada más que un saludo... ¿Qué saludo?... Verá usted.

Tenía aquel pueblo también, como todos los pueblos, como todos los hombres, su especialidad, su fatalidad invencible, su anankée insuperable, como diría Víctor Hugo.

Entró en su casa con una preocupación que casi le hacía temblar. La dulce Cinta, considerada hasta entonces con la superioridad protectora de los orientales, que no reconocen un alma en la mujer, le inspiraba cierto miedo. ¿Qué diría al verle?... No dijo nada de lo que él temía.

Consiste en el temor de ser amado por el dinero y no por uno mismo. Nada más ridículo que este temor. Ya hemos probado que el dinero es más que la vida. El dinero es, por consiguiente, una parte esencial de la persona. Un filósofo alemán diría que el dinero se pone en el yo de una manera absoluta.

No, señor; ¿por qué lo pregunta? Por na... Es que a los de Cabra los suelen llamar cabrones. Quedé espantado. Creí que aquella agresión brutal iba a producir una escena trágica. Pero afortunadamente no fue así. El catalán dijo que aquel insulto no se lo diría fuera. Cueto respondió que se lo repetiría donde y cuando gustase.