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Actualizado: 22 de julio de 2025


Sabe que existe, que otros lo han conocido, y se resigna difícilmente a vivir y morir sin conocerlo ella también. Es seguramente un peligro para una mujer, el conservar y nutrir, después de las decepciones del matrimonio, el ideal de un amor desconocido; pero hay un peligro aún mayor para ella, y es perderlo.

En lo de darles socorro se escusó, por parecelle que al rey Don Fadrique de Sicilia su hermano le convenia mas el dársele: que él estaba léjos, y difícilmente se podrían dar las manos, ni sustentar cuando se ganasen las provincias de Grecia con Cataluña; pero agradeció y estimó su voluntad.

De modo que estoy lucida... Después del señor Desmaroy, el señor de Baurepois... De Escila a Caribdis... ¡Qué agradable situación la de una joven casadera!... 16 de diciembre. La abuela acepta difícilmente mi negativa respecto del señor de Baurepois, dice que me porto como un chorlito y lamenta mi deplorable obstinación.

En cuanto al personal de Jefes y Oficiales, se encuentra en idénticas circunstancias, puesto que no sólo es insuficiente para atender á la formación de nuevas unidades orgánicas, si así lo exigieran las necesidades y seguridad de la colonia, sino que las bajas ocurridas en campaña difícilmente pueden cubrirse, y eso dejando desatendidos otros servicios, que aunque secundarios no son menos importantes.

Se la llevó Dios en 1867, y al año siguiente pasó a mejor vida el pobre Nicolás Rubín, de una rotura de varisis, no dejando a sus hijos más herencia que la detestable reputación doméstica y comercial, y un pasivo enorme que difícilmente pudo ser pagado con las existencias de la tienda. Los acreedores arramblaron por todo, hasta por la anaquelería, que sólo sirvió para leña.

Los pronósticos del médico se cumplieron. Pocos meses después mi tío era padre. La suerte había sido prodigiosa. Difícilmente podría existir una criatura más encantadora que la hijita de Blanca. El mundo, según don Benito, había puesto sus puntos interrogantes; pero el mundo es malo y es necio. Nada más hermoso que aquella niñita que, según todos los que la conocieron, era un trasunto de su padre.

¡Oh! se sonrió difícilmente Nébel . Mi padre tampoco lo cree. ¿Y entonces? Nuevo silencio cada vez más tempestuoso. ¿Es por que su señor padre no quiere asistir? ¡No, no señora! exclamó al fin Nébel, impaciente . Está en su modo de ser... Hablaré de nuevo con él, si quiere. ¿Yo, querer? se sonrió la madre dilatando las narices . Haga lo que le parezca... ¿Quiere irse, Nébel, ahora?

No es usted falsificadora de un papel; pero lo es de un derecho, y con testimonios débiles y documentos apócrifos trata de usurpar un puesto que no le corresponde». La de Rufete estaba humillada y abatida. Difícilmente entraba en su cabeza la idea de no ser quien pensaba, y de la lucha que con sus dudas sostenía, resultaba un decaimiento parecido a la agonía de morir.

Sin embargo, á una señal de Fortunato, los jóvenes se cogieron del brazo y salieron. Por lo menos ahora estaban seguros de que nadie conseguiría separarlos. En el salón, Roussel y Clementina se examinaban en silencio. Quien los hubiera visto en este momento, difícilmente hubiera pensado que estaban bien dispuestos el uno para el otro.

Aquel era evidentemente el plan de la señora de Candore, cuya prudencia maternal había desconocido... Y más todavía el deseo del tío Neris, que encontraría difícilmente mejor partido y no regatearía para asegurar la dicha de su hija. Además, se pondrá tan contenta la pobre muchacha... pensaba con la magnanimidad de un príncipe, retorciéndose el fino bigote.

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