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La casa era modesta; pero la sencillez y el aseo revelaban en ella un bienestar pacífico. La joven llamó su atención más que la casa. Sin embargo, estamos seguros de que no tenía más que diez y siete. Su estatura era más bien alta que baja, y su talle, su busto, su cuerpo todo tenían las formas gallardas y las bellas proporciones que han sido siempre patrimonio de las hijas de las dos Castillas.

En muchas lenguas de las que me ocupan, veo una relación entre el nombre de diez y el de una medida. El marquesano tipoo, que significa una medida de un palmo, está compuesto de una contracción de pití, tahitiano, que significa uno, y de poo, palmo de la mano; lo que demuestra que, como los europeos, se sirvieron de las manos para medir.

Endecha es ésta, y de endecha servirá. 1 Y aconteció en el año séptimo, en el [mes] quinto, a los diez del mes, [que] vinieron algunos de los ancianos de Israel a consultar al SE

Según el cálculo de ambos frailes, eran precisos diez mil duros por lo menos para la obra. El padre Venancio no se descorazonó, y contestó a su compañero que con fe y constancia se allanan imposibles y se realizan milagros. Y entre ellos no se volvió a hablar más del asunto.

Después de comer, fui a contemplar mis hombrecillos que yacían lastimosamente en la alameda. ¡Rotos, pulverizados! lo mismo que mis ilusiones y mi felicidad, que creía perdidos para siempre. Tal vez os admiréis de mi falta de perspicacia, pero ¿quién, aun sin tener la excusa de mis diez y seis años, no ha demostrado una ceguedad increíble, por lo menos una vez en la vida?

Ahora me quedan cuatro peseta de á cinco, y ... uno, dos, tres ... y dos, cinco ... y uno, seis...; seis medios duros, que son.... Que son, que son...; teníamos antes noventa riales, que con las cuatro pesetas de á cinco hacen, hacen ... noventa, y luego veinte.... Si fueran diez serían ciento; ciento, y diez ... ciento diez.... Luego, seis medios duros, que son tres.

Al castillo de Ceyssat, de Ceyssat.... Parece que hay liebres y corzos a puñados, a puñados... y en el castillo se pasa bien; hay mucha gente; diez y ocho huéspedes.

Y al extremo del pasillo, entraron en la única habitación vividera de la casa: una alcoba con cama camera de hierro, colcha de punto de gancho, espejos torcidos, láminas de odaliscas, cómoda derrengada, y un San Antonio en su peana, con flores de trapo y lamparilla de aceite. El diálogo fue rápido y nervioso: «¿Qué se le ofrece? Pues poca cosa. Que me prestes diez duros.

El día que vuelva a mi ramo, no admito credencial que sea inferior a treinta. Pero como aquí se hacen mangas y capirotes de los derechos adquiridos... ¡qué país! Yo entré en Penales con ocho, después me pasaron a Instrucción Pública con diez, luego cesante, y al fin, para no morirme de hambre, tuve que aceptar seis en Loterías.

Dos lindas jóvenes, que contarían de unos diez y ocho a veinte años, bordaban en un mismo bastidor, casi enfrente la una de la otra mientras que una inglesa, situada junto a la ventana, las contemplaba con curiosidad cariñosa, olvidándose de reanudar la lectura del libro que tenía en la mano a la sazón.