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El, que por tres veces había circunnavegado el planeta, se encogía de cansancio al pensar en la lentitud de los trenes impuesta por la guerra, en las diez y seis horas de ferrocarril.

Ramillete de sainetes escogidos de los mejores ingenios de España: Zaragoza, 1672. Contiene entremeses de Alarcón, Calderón, etc. Rasgos del ocio en entremeses: Madrid, 1661. Verdores del Parnaso en diferentes bailes y mojigangas, escritos por D. Gil de Arnesto y Castro: Pamplona, 1697. Laurel de entremeses, repartido en diez y nueve.

El viajero, entretanto, sintiéndose á discrecion de aquellos salvajes y de diez mulas furiosas, se agita en un drama cómico de las mas vivas emociones, acabando por resignarse á todo. Imagínese lo que habrá de sentir el que, saliendo de un magnífico tren de ferrocarril, se entrega por primera vez á esa pesadilla sin sueño que se llama un viaje en diligencia.

Pues es indispensable. Ya lo veo; pero no lo tengo. Mis pasiones son fuegos fatuos; he tenido más de diez mujeres medio rendidas... y muy pocas, tal vez ninguna puedo decir que haya sido mía, lo que se llama mía.... Sin ir más lejos....

En cuanto suelte el constipado, voy á salir al campo dijo el enfermo, los ojos iluminados por la fiebre. ¡Tengo una idea, qué idea!... Creo que me pondré bueno de ocho á diez días, si usted me socorre, D. Francisco; y en seguida al campo, al campo....

La huerta entera lo sabía. ¡Válgame Dios, y cómo se pierde una casa! ¡Tan bueno que era el pobre tío Barret! ¡Si levantara la cabeza y viese á sus hijas!... Ya sabían en la huerta que el pobre padre había muerto en el presidio de Ceuta hacía dos años; y en cuanto á la madre, la infeliz vieja había acabado de padecer en una cama del Hospital. ¡Las vueltas que da el mundo en diez años! ¿Quién les hubiese dicho á ella y á sus hermanas, acostumbradas á vivir en su casa como reinas, que acabarían de aquel modo? ¡Señor! ¡Señor! ¡Libradnos de una mala persona!...

Repito, pues, que estoy lleno de gratitud hacia mi padre; él me ha reconocido, y además, a la edad de diez años me envió con Vd., a quien debo cuanto soy. Si hay en mi corazón algún germen de virtud, si hay en mi mente algún principio de ciencia; si hay en mi voluntad algún honrado y buen propósito, a Vd. lo debo.

Aquella primera redada consistía en diez olutarias. ¿Qué moluscos son éstos? preguntaron Hans y Cornelio, que se habían agachado para observar mejor. Los trépang dijo el Capitán ; y de los mejores, muchachos. Parecen cilindros rugosos dijo Cornelio. ; pero con tentáculos añadió Hans. El Capitán tomó en la mano uno de aquellos moluscos y se lo enseñó a sus sobrinos.

Salir de una calle de París para entrar diez horas después en una de Londres, observar el aspecto, la fisonomía moral del Támesis, después de haber pasado un par de horas estudiando el movimiento del Sena, da la sensación de haberse transportado en el hipógrifo de Ariosto a la región de los antípodas.

Ejemplares especiales, á 6, 7-1/2, 10, 25, 30 y 250 id. POESÍAS de D. Andrés Bello, con prólogo de D. M. A. Caro, Director de la Academia Colombiana, y retrato del Autor. OBRAS de D. P. A. de Alarcón. Diez y seis tomos, 63 pesetas. ODAS, EPÍSTOLAS Y TRAGEDIAS, por D. M. Menéndez y Pelayo. Un tomo con retrato del Autor y prólogo de D. Juan Valera, 4 pesetas. Ejemplares especiales.