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Actualizado: 14 de junio de 2025
Leonora no sabría que había estado cerca de ella, en el huerto silencioso inundado de luna, adorándola por última vez, despidiéndose con el dolor mudo con que se dice adiós a la ilusión que se pierde en el horizonte. Vio ante él la verja de verdes barrotes, aquella que se había cerrado a sus espaldas con el estrépito de una injuriosa despedida.
Respondiendo sólo con una profunda inclinación de cabeza, obedeció Fray Miguel; bajó del camaranchón antes que el Padre Ambrosio, y despidiéndose de él atravesó los oscuros claustros, levemente iluminados por la luz de las estrellas y por una lamparilla que ardía ante un crucifijo pendiente del muro, y se retiró a su celda, todo conmovido por los mil encontrados pensamientos, deseos y temores que combatían por la posesión de su alma.
Pero no lo permita el santo cielo, que no lo quiero yo sino con gusto: hazme pues este bien: bésame que me muero.» Dijo, y no consiguiendo que Isabel accediese a su demanda, cayó exánime a sus pies, despidiéndose con estas palabras: a Dios, Isabel.
Después rompió a hablar con Segunda sobre si esta ponía o no ponía aquel año cajón en San Isidro, y se retiró al fin, despidiéndose de una manera que bien podía pasar por conciliadora. Fortunata estaba contentísima, y se decía: «De seguro que ahora mismo va con el cuento.
Despidiéndose junto a la puerta, no pudo reprimir algunos desahogos muy espontáneos de su pasión dominante.
Sabía el precio de lo que comía; podría indicar, céntimo por céntimo, el coste de su vida; creía haber retrocedido a aquella dura época de Milán, cuando con la partitura bajo el brazo, entraba en casa del especiero por los macarrones, la manteca o el café. ¡Cómo la divertía aquello!... Y no queriendo prolongar por más tiempo la expectación escandalizada de la gente que interpretaba sus sonrisas y su voluble charla del peor modo, dio su mano a Rafael despidiéndose.
Un entusiasmo juvenil le acompañó en esta nueva existencia de placeres urbanos, hasta que, al descubrir la segunda vida que llevaba la alemana en sus ausencias y cómo reía de él con los parásitos de su séquito, montó en cólera, despidiéndose para siempre, con acompañamiento de golpes y fractura de muebles.
Carmen se inclinó hacia el pobre Desdicha hasta rozar con sus labios rojeantes la piel hirsuta del animal; luego le colocó blandamente en el alfeizar de la ventana, a la raita del sol, y despidiéndose con pesar de la vista del valle y del cantar del Salia, bajó al piso principal, porque era medio día, y se comía allí a las doce en punto. El papelito azul decía: «Llego en el expreso. Fernando».
Concertáronse, y en entrando en la calle, topáronme, y disimularon de suerte los tres que jamás pensé que eran tan amigos míos como entonces. Estuvímonos en conversación tratando de lo que sería bien hacer a la noche, hasta el avemaría. Entonces despidiéndose los dos, echaron hacia abajo, y yo y don Diego quedamos solos y echamos a San Filipe.
¿No sabes, Manuel observó el pastor , que a don Federico no le gustan esas chanzas? Don Federico dijo Manuel, despidiéndose de los novios, que seguían hacia la choza , cuando usted se arrepienta de lo que acaba de hacer, nos juntaremos y cantaremos a dos voces la misma letra.
Palabra del Dia
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