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Más de una vez, durante la noche, me he despertado, temblando, al pensar que quizá la había ahogado entre mis brazos. Y, finalmente, la he ahogado en realidad. Lo que me convenía era una mujer fuerte y... Espantado se detuvo y dirigió al rostro de Marta una mirada que pedía humildemente perdón; pero yo completé su frase con el pensamiento.

, hombre, : has de saberte que toda la ley que tuve a mis hijos, y a su madre, y a tu padre, y a los míos, y que por tantos años ha estado como dormida en lo más hondo del corazón, se me ha despertado de repente, cebando su hambre envejecida en la única carne de la nuestra que conoce: en ti, para que lo sepas de una vez.

Señora dijo el aya cuya atención se había despertado al oír estas últimas palabras , desearía ir hasta la casa de Catalina, la mujer del guardabosque. Eso me consolaría un poco en medio de mi desgracia.

¡Qué hiciste, Miguel! siguió ella, con su voz gimiente . Has despertado con tu locura á ese pobre. Al batirse contigo, pensó que se batía por y que yo no soy mas que una mujer. Me vió de pronto bajo otra luz, como si hasta entonces hubiese estado adormecido.

Cuando me abandonaba con todo el egoísmo de la pasión á mi secreto éxtasis, del que es fácil se dibujara algún reflejo en mi fisonomía, fuí despertado repentinamente por estas palabras, que me eran dirigidas con voz sorda y en un tono de afectada tranquilidad: ¿Señor Marqués de Champcey, ha habido muchos cobardes en su familia antes que usted?

Ricardo se está vistiendo; pero Melchor duerme todavía. ¿Duerme todavía?... Sabe que es raro. Lo he despertado dos veces y se ha vuelto a dormir. Y... ¿se anima a ir a caballo? Hasta el «Paso»... es demasiado.

Herminia se quedó helada y permaneció muda durante toda la velada, pero las sospechas de Clementina se habían despertado y, cuando la joven se fué á sus habitaciones, preguntó: Dime, Bobart, ¿no has observado nada anormal alrededor del castillo?

Respondeme, io querida mia! te he llamado en las sombras de la noche; he asustado a los pajaros dormidos bajo las hojas silenciosas, he despertado al lobo en las montanas, y he hecho conocer tu nombre a los ecos de las cavernas mas sombrias. El eco me ha respondido, los espiritus y los hombres tambien me han respondido, tu sola has permanecido muda.

Toda la costa nos pertenecía, en todas partes bailábamos, pasábamos el domingo entero en fiestas y por la noche, o el lunes de madrugada, nos poníamos en viaje para la ciudad. El pobre viejo se animaba con sus recuerdos, y después, como despertado de su sueño por el presente, proseguía: ¡Qué disparate he hecho en casarme, Julio, con una mujer tan joven!

El saludo afectuoso de su antiguo novio había despertado súbito todos sus recuerdos, todas sus ilusiones, las penas y las dichas de otro tiempo que dormían en el fondo de su alma como pajarillos entre las hojas del árbol. La agitación interior era intensísima, pero nada o muy poco se traslucía en su continente grave y frío.