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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Recordará el lector que Gualtero y Roger se habían quedado en la antecámara, donde no tardó en rodearlos animado grupo de jóvenes caballeros ingleses, deseosos de obtener noticias recientes de su país. Las preguntas menudearon: ¿Sigue nuestro amado soberano en Windsor? ¿Qué nos decís de la buena reina Felipa? ¿Y qué de la bella Alicia Perla, la otra reina?
Todos somos nobles y deseosos de ganar honra, y por la que debes hacer, como rey que eres, a los extranjeros que a tu presencia llegan, te suplicamos nos concedas licencia para mostrar o nuestras fuerzas o nuestros ingenios, en honra y provecho nuestro y gusto tuyo.
Llegaron en esto las otras dos galeras, y todas cuatro con la presa volvieron a la playa, donde infinita gente los estaba esperando, deseosos de ver lo que traían. Dio fondo el general cerca de tierra, y conoció que estaba en la marina el virrey de la ciudad.
Luego continuaba leyendo la historia de una dinastía de toros, todos con nombre propio y un número romano á continuación, lo mismo que los reyes; animales adquiridos en las grandes ferias de Inglaterra por el testarudo estanciero. Nunca había estado allá, pero empleaba el cable para batirse á libras esterlinas con los propietarios británicos deseosos de conservar á su patria tales portentos.
Unos tenían la faz prolongada y ósea, con grandes ojos bovinos y el gesto dulce y resignado: eran los hombres-bueyes deseosos de tenderse en el surco, para rumiar sin la más leve idea de protesta, con inmovilidad solemne.
Con el tiempo los Abades adquirieron el rango de príncipes soberanos, y desde entónces, haciéndose ambiciosos, batalladores y altivos, vivieron en lucha constante con los pueblos deseosos de asegurar su libertad y sus derechos.
Pero así que intentaban volver a su tierra, se oponían los habitantes, deseosos de que se guardase secreta la existencia de la «Isla de las Siete Ciudades». Unos que habían logrado regresar enseñaban arenas de aquellas playas, que eran de oro casi puro. Pero al armarse nuevas expediciones para ir a su descubrimiento, jamás acertaban éstas con el camino.
Por primera vez el jefe de la oposición y el gobierno se mostrarían acordes. Y como esto significaba un suceso nunca visto, los senadores y el público avanzaron sus cabezas, deseosos de no perder una sílaba.
Los militares, deseosos de mostrar su heroísmo ante los muchachos en edad de casarse, corrieron hacia las ventanas, acribillando con sus aceros las pantorrillas del gigante. Golbasto y Momaren, contagiados por tan heroico ejemplo, quisieron mostrar que servían para algo más que hacer versos, y descolgaron de una panoplia una larga lanza.
Hallábanse abiertas todas las puertas de la antecámara, excepto la de la Saleta, y apiñábanse detrás de las cortinas las familias y amigos de los Grandes, deseosos de contemplar el señoril espectáculo. Ante la puerta de la cámara veíase una mesa cubierta por rico paño de terciopelo granate, y un gran sitial destinado al rey.
Palabra del Dia
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