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Un grupo de vecinos había hecho fuego sobre los hulanos cuando avanzaban descuidados después de la retirada de los franceses. Desnoyers creyó necesaria una protesta. No eran vecinos ni franco-tiradores: eran soldados franceses. Tuvo buen cuidado de callar su presencia en la barricada, pero afirmó que había distinguido los uniformes desde un torreón de su castillo.

Luego, volviendo a los desiertos prados, Durmiendo con los álamos de Alcides Las yedras vi con lazos apretados, Y con los verdes pámpanos las vides. "¡Ay!, dije, ¿cómo estáis tan descuidados? Y , grosero, ¿cómo no divides, Villano labrador, estos amores, Cortando ramas y rompiendo flores?" Todo duerme seguro.

Quisieron algunos que aquella misma noche se atravesase la montaña que les dividia, y diesen sobre los enemigos descuidados, y no me parece que aprobaron este consejo, no por que razon; puesto que forzosamente se habia de pelear con ellos, mas facil fuera con la obscuridad y confusion de la noche aventurarse, que aguardar la mañana cuando siendo tan pocos pudieran ser mejor reconocidos.

Otros más descuidados o menos resistentes al trajinar del día, dormían a pierna suelta encima de los arcones de la cebada y tumbados sobre las mantas y albardas de las bestias. Lázaro los contempló un instante, y pensó que el sueño del ignorante suele ser, por una injusticia que subleva, más sosegado y tranquilo que el del justo.

Allí encontramos donde quiera desaseo en las calles, vestidos tristes, descuidados y sin ningún carácter, calles tortuosas, feas y desapacibles, y casas de aspecto muy poco simpático. Por fortuna, si la mugre y la basura aumentan la tristeza de esas calles, el movimiento industrial y comercial les da alguna animacion de otro género.

La Historia mira con bondad su hazaña. ¿Quién puede acusar al que triunfa?... El profesor Hans Delbruck ha escrito con razón: «¡Bendita sea la mano que falsificó el telegrama de EmsConvenía que la guerra surgiese inmediatamente, ahora que las circunstancias resultaban favorables para Alemania y sus enemigos vivían descuidados.

El decoroso fausto del señor de la Lage; sus bandejas y candelabros de plata; su mueblaje rico y antiguo; la respetabilidad de sus relaciones, compuestas de lo más selecto de la ciudad; su honesta tertulia nocturna de canónigos y personas formales que venían a hacerle la partida de tresillo; sus criados respetuosos, a veces descuidados, pero nunca insolentes ni entrometidos, todo se le figuraba a don Pedro sátira viviente del desarreglo de los Pazos, de aquella vida torpe, de las comidas sin mantel, de las ventanas sin vidrios, de la familiaridad con mozas y gañanes.

La hueste de Morsamor buscó la mayor obscuridad, bajo las copas de algunos corpulentos árboles, para recatarse de los que pudieran estar vigilando y no ser vista ni sentida hasta que a una señal, que aguardaba con impaciencia, pudiese caer sobre los enemigos descuidados. No llevaba la hueste de Morsamor armas de fuego, poco usadas y nada portátiles todavía.

Sin manos, sin piés, sin cabeza, bañados en su propia sangre, aun fresca, que brilla cuajada á gran distancia, presentan un cuadro espantoso que hiela el corazon y hace cerrar los ojos á los que por allí transitan descuidados. Solo Abde-r-rahman puede contemplarlo sin horror, y no solamente sin horror, sino con esa terrible sonrisa propia de los placeres que asesinan.

Aquellos pajarracos no se comían, pero Frígilis les tenía declarada la guerra porque se burlaban de los cazadores con una especie de ironía, de sarcasmo que parecía racional. Esperaban, fingían estar descuidados, disimulaban su vigilancia, y al ir Frígilis a disparar, escondido tras un seto... volaban los condenados gritando como brujas sorprendidas en aquelarre.