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Actualizado: 8 de julio de 2025


Por este cuadriculado del suelo corría el hierro líquido al salir de los hornos, tomando la forma de lingotes. La tierra ardía, obligando al doctor á mover continuamente los pies. Los gruesos muros de los hornos irradiaban un calor sofocante que abrasaba la piel. El ingeniero, habituado á esta temperatura, describía con gran calma la función de los altos hornos.

A los pocos minutos prefería hablar con el viejo, sentándose en el mismo diván. El primer motivo de conversación era el ausente. Repetían fragmentos de las cartas que llevaban recibidas; hablaban del pasado con discretas alusiones. El pintor describía la vida de Julio antes de la guerra como una existencia dedicada por completo á las preocupaciones del arte.

Antes del invento, el acero se fabricaba en los hornos antiguos por medio del puldeo, un procedimiento más lento y más caro; pero ahora todo el metal para vías férreas, que era el de más salida, lo fabricaban con rapidez vertiginosa. Y el ingeniero describía, con un arrobamiento de devoto, las funciones del admirable convertidor, que simplificaba la industria.

Describía la higuera, de hojas puntiagudas como manos abiertas, cuyo tronco rugoso y gris parece forrado con piel de elefante, y que en las mañanas de sol deja caer de rama en rama un fruto que, al aplastarse en el suelo, abre sus entrañas rojas y granuladas.

Describía éste al pueblo hispano-romano, sobre el que había pasado la invasión goda sin causar gran mella. Antes bien, el conquistador se había empapado de la degeneración bajo-latina, quedando sin fuerzas, corrompiéndose en luchas teológicas e intrigas de dinastía semejantes a las de Bizancio.

Al acoplarse á este nuevo ambiente, Ferragut sintió nacer en su interior ideas y aspiraciones que tal vez procedían de una herencia ancestral. Creyó estar oyendo á su tío el Tritón cuando describía los choques de los hombres del Norte con los hombres del Sur por hacerse dueños de la capa azul de Anfitrita.

Cuando nos vimos aquí la última vez, yo me había buscado un refugio plácido dentro de mi dolor. Rezaba por mi hijo en la iglesia, hablaba con él, le describía cómo era el hermano en desgracia que aún tenía en el mundo, pero que tal vez no tardase en ir á buscarle.

No olvidaría Frasquito, si mil años viviese, aquella grandiosa fiesta, a la que asistió de bandido calabrés. Y se acordaba de todos, absolutamente de todos los trajes, y los describía y especificaba, sin olvidar cintajo ni galón.

Y el músico, no menos conmovido, evocaba sus recuerdos sobre Wagner. Lo describía tal como le había visto en su época de salud, pequeño, estrechamente envuelto en su paletó; de fuerte y pesada osamenta a pesar de su delgadez; inquieto como una mujer nerviosa, vibrante como un paquete de resortes y con una sonrisa amarga, contrayendo sus labios sutiles y sin color.

Y describía minuciosamente, con los pormenores que ella podía explicar a un hombre que había sido su amante y era su camarada, todas las turgencias de Ana, su perfección plástica, los encantos velados, como decía Cármenes en el Lábaro.

Palabra del Dia

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