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Actualizado: 26 de junio de 2025


Y por la mañana las ponía en limpio en papel de marquilla con una letra que daba gusto verla. Luego le dio el tifus, y se puso tan malo que estuvo suministrado y creíamos que se iba. Sanó y le quedaron estas calenturas de la sesera, este dengue que le da siempre que toma sustancia.

En 1999, Bruno Didier fue bibliotecario en el Instituto Pasteur de París. Los Institutos Pasteur son observatorios para el estudio de enfermedades infecciosas y parasitarias como el paludismo, la tuberculosis, el sida, la fiebre amarilla, el dengue y la poliomielitis.

«...Si viene por Canzana díganle que no lo olvido ni lo olvidaré mientras viva... Pues, madre, sabrá cómo estas maestras son buenas para y la directora también, pero las niñas me provocan mucho. Todas son más pequeñas que yo y á pesar de eso todas se burlan de . Me llaman aldeana, me pintan en los cuadernos de escritura con saya corta y con dengue y me ponen una azada en la mano.

Delante de un espejillo fementido peinó su cabellera soberbia; la cubrió después á medias con un pañuelo de seda azul, cuyos flecos le caían graciosamente por la frente: colgó de las orejas los pendientes de aljófar que su padre le había traído recientemente de Oviedo; ciñó su garganta con tres sartas de corales; apretó su talle con el justillo de cien flores y cordones de seda torzal; se puso el dengue de pana, la saya negra de estameña, la media blanca, el zapato de becerro fino... ¡Ea, ya está lista la zagala!

En las noches de luna era cuando había que ver a Mariquita paseando, Puente arriba y Puente abajo, con albísimo traje de zaraza, pañuelo de tul blanco, zapatito de cuatro puntos y medio, dengue de resucitar difuntos, y la cabeza cubierta de jazmines.

Parecía registrar la casa; se asomaba a las fétidas alcobas, daba vueltas sobre un tacón, palpaba las paredes, miraba debajo de las sillas, revolviendo los ojos con fiereza y haciendo unos aspavientos que harían reír grandemente si la compasión no lo impidiera. La vecindad, que se divertía mucho con el dengue del buen ido, empezó a congregarse en el corredor.

En cada elegante gaditana creia ver una hija de Cartagena: el acento, los modales, la soltura, el garbo lleno de gentileza y dengue, el ojo negro y dulce, la sonrisa de adorable coquetería, la tez de un moreno suave y pálido, el andar mesurado y señoril, la amabilidad y la franqueza insinuante, y un no qué de voluptuoso en el vestir, en las formas delicadas pero expresivas y en el juego del inevitable abanico, todo contribuia á producirme una ilusion que me hizo pensar en la patria.

Pero luego, al ir ganando vida, me puse lo más dengue y melindrosa. La tendencia de todo enfermo es envolver a todo el mundo en el tono de su dolencia. Mi enfermedad era la cosa más importante que había existido en el mundo. A Jorge le he mareado, afirmándole a cada momento que he estado al borde del sepulcro.

Palabra del Dia

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