United States or Canada ? Vote for the TOP Country of the Week !


Las escenas, en que se presenta, intentando ablandar el duro corazón del delincuente, respiran tan tierno sentimiento religioso, son tan profundas y llenas de evangélica unción, y contrastan tan admirablemente con el horror de las escenas más próximas para aumentar el efecto poético, que quizás haya pocas comparables á ellas en el vasto imperio de la poesía.

La consternación se pintaba en el rostro de los espectadores, exceptuando el de Escudero que reaccionaba admirablemente ante los continuos sobresaltos que su espasmódica esposa le proporcionaba. Todo quedó en calma al fin, pero la doncella delincuente se marchó llorando y vino otra a sustituirla. Sin embargo, al cabo de pocos minutos se presentó de nuevo con una carta urgente para el señor.

Si hago de delincuente, me haré el perseguido, porque en el teatro todos los reos son inocentes. Muy bien.

Volvió al fin Jacinta, trayendo de la mano al delincuente ya lavado y vestido de limpio, y a poco entró Benigna, completamente aplacada, y encarándose con su cuñado, le dijo con la mayor severidad: «¿Tienes ahí un duro? No tengo suelto». Juan se apresuró a sacar el duro, y en el mismo momento en que lo ponía en la mano de Benigna, Jacinta y los chicos soltaron una carcajada.

Creo que se alegrará usted de saber expresó después en tono más placentero si cabe que desde hace algunos días vengo haciendo estudios también en los barrios bajos de Madrid. ¡Qué cosas he visto! ¡Qué cosas he oído! ¡Curioso! ¡Curioooso! ¡Curio-sí-si-mo! Supongo que allí no habrá usted repartido el folleto de El delincuente ante la ciencia.

En aquel lugar, y ardiendo opacamente, solo se había dejado ver un meteoro al través de un velo de nubes; pero no con la forma que su culpable imaginación le prestaba, ó á lo menos, de una manera tan poco definida, que otra conciencia delincuente podría haber visto en él otro símbolo distinto. Había una circunstancia especial que caracterizaba el estado psicológico del Sr.

Cosme Aldaba, que era el delincuente, cayó de rodillas en la situación más cómicamente melodramática que puede verse.

El triple delincuente, volviéndose de mil colores é indignado por las palabras de Pimentó, no pudo contenerse: ¡Mentira y recontramentira! El tribunal se indignó ante la energía y la falta de respeto con que protestaba aquel hombre. Si no guardaba silencio, se le impondría una multa. Pero ¡gran cosa eran las multas para su reconcentrada cólera de hombre pacífico!

En los días que siguieron, éste no se mostró irritado, ni aun severo con la delincuente. Toda su cólera y malquerencia eran para el Duque. Le acusaba de haber abusado inicuamente de la confianza de su suegro para despertar en la pobre Cecilia pasiones que siempre habían estado dormidas.

Al cavilar así doña Luz se llenaba de vergüenza y temblaba como una azogada y se enojaba contra misma, juzgándose delincuente, loca y hasta infiel. Mientras pasaba esto en el ánimo de doña Luz, don Acisclo repartió entre sus hijos o guardó para los pocos y pobres objetos que el Padre había dejado, y que más habían de conservar como sagrada memoria que por el escaso valer que tuviesen.