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Jacinta besó al delincuente, con gran estupefacción de los otros chicos. «Pues tienes bonito el delantal». Juanín tenía el delantal como si hubiera estado fregando los suelos con él. Toda la ropa estaba igualmente sucia. Tiita le dijo Isabelita haciéndose la ofendida . Si vieras... No hace más que arrastrarse por los suelos y dar coces como los burros.

No era el secreto a fin de ocultar lo pecaminoso, sino a fin de no contaminar lo santo. No era el misterio en que se envuelve el delincuente con respecto a las personas honradas, sino el misterio del iniciado con relación al profano vulgo. Por desgracia, el profano vulgo no se conformaba con creer en la santidad del misterio, y se le explicaba de un modo harto poco edificante.

Y las he cumplido, señor; quién es el delincuente, ó por mejor decir, los delincuentes. Yo debí de haber matado á Francisco de Juara pensó Quevedo ; á veces la caridad es tonta, estúpida. Acúsome de necio: encerrado me doy. El alguacil entre tanto sacaba un mamotreto de entre su ropilla. He aquí las diligencias de la averiguación de ese delito, excelentísimo señor dijo el corchete.

Mas Güerequeque, que había quedado de vigía en la puerta de la calle, viendo despavoridos y maltrechos a sus compañeros, se quitó la capa y con pasmosa rapidez la arrojó sobre la cabeza del delincuente, que tropezó y vino al suelo: entonces toda la jauría cayó sobre el caído, según es de añeja práctica en el mundo, y fuertemente atado dieron con él en la cárcel de corte, situada en la calle de la Pescadería.