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Actualizado: 23 de julio de 2025
De esta vez tenía en la garganta una pera de ahogo. No, señora; casada, no.... Ya sabe usted que... desgraciadamente... las aldeanas..., por aquí... no es común que guarden el mayor recato.... Debilidades humanas.
No muy bien: he sentido un fuerte desvanecimiento al levantarme... y anoche había sentido otro al acostarme. Debilidades del estómago... Eso creo yo... Pero resérvalo, de todos modos.
Si a él no se le conocen líos, ni ella es susceptible de... debilidades y sin embargo teniendo un hijo, se separan... ayúdeme usted a sentir. Ella una santa, conformes; además es rica, él gana mucho: por falta de recursos no será. Luego... Rosa sabría resistir a la pobreza y a miseria añadió el caballero viejo con entusiasmo. Vaya, vaya acabó la dama diciendo algo picada yo no calumnio a nadie.
Yo creí que estaba usted libre de tales debilidades... No... dijo haciendo monadas la Bonnetable con voz que ella se esforzaba por hacer aflautada; he pagado mi tributo a la juventud como todo el mundo... He sido muy solicitada. ¡Qué guasa! exclamó Francisca empujándome con el codo. Y muy adulada... Si no he hecho un brillante matrimonio ha sido porque no he querido.
El rey me ha llamado y con gran secreto me ha dicho: Montiño, mi buen cocinero, yo, aunque soy rey, también soy hombre, y como hombre tengo debilidades; amo á una dama, y no puedo contener mi amor; toma, llévala esa joya y dila que te indique cuándo puedo yo ir á visitarla; pero ha de ser de modo que las luces estén muertas cuando yo entre y no pueda conocerme.
Pero éste no era hombre que se entregaba rendido á semejantes debilidades; así es que, desprendiéndose de los brazos de su costilla, cogió entre los suyos al menor de sus hijos, mandó á los otros que le siguieran, obligó á su mujer á quedarse en casa, y salió de ella precipitadamente, cerrando detrás de sí la puerta de la escalera.
Se lo agradeció; sonrió al esposo que la ayudaba a no soltar antes de tiempo la carga de sus entrañas, y le mostró, avergonzada de la caricia, como siempre que tenía estas debilidades, le mostró su gratitud dándole un suave puntapié en la espinilla. Y Bonis, que sentía lágrimas cerca de los párpados, pensó: «Lo mejor sería amar al hijo... y amar a la madre».
Nada conmueve más nuestro ser moral como el descubrimiento de las debilidades de aquellos que personificaban para nosotros lo bueno y lo digno; sean ellos nuestros padres, nuestros amigos o nuestros maestros. Cuando cesamos de estimar a los que habíamos consagrado nuestra estimación y respeto, nos sentimos impulsados a dudar de las mismas virtudes que antes admirábamos.
Defiendo a nuestra pobre naturaleza humana contestó la joven. No todos los hombres, Amaury, tienen su alma inflexible y su inmutable constancia. Debe usted ser más generoso compadeciendo las debilidades de que no participa. Según eso replicó Amaury, Felipe encuentra indulgencia en su corazón... Y es Antoñita...
Pues ya se han cumplido mis pronósticos... El milagro se obró como se obran casi todos los de su especie: con un poco de casualidad y otro poco de... ¡qué carape! me voy convenciendo de que, la mayor parte de las veces, la culpa de las propias debilidades estriba en los resabios ajenos; en la falta de compensaciones mutuas; en el empeño tonto de tomarle a uno por su lado más inútil para el destino que se le quiere dar.
Palabra del Dia
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