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Actualizado: 13 de noviembre de 2025
Saludóle aquélla con tanto afecto, que Castro, cada vez más inquieto, volvió a dirigirle una larga e intensa mirada de análisis. Por espacio de algunos días el joven entomólogo esperó con zozobra que Clementina se detuviese a la puerta de su casa y subiera a cumplir la promesa. Sus esperanzas quedaron defraudadas.
Bebe ordenó Luis a su amigo. Fermín vaciló. No tengo ganas de beber dijo con voz sorda. Lo que deseo, es hablar contigo, y en seguida. Hablar de algo muy interesante... Está bien: ya hablaremos contestó el señorito sin dar importancia a la petición. Hablaremos tres días seguidos: pero primero hay que cumplir el deber.
Partieron, pues, Juan de Robledillo y Andrés de Plasencia á Medina del Campo, punto en que residía el Arzobispo, el cual, leído que hubo, con tanta indignación como asombro, la carta de D. Fernando, ampliada con el relato de los dos humildes ermitaños, albergó cariñosamente á éstos en su propia posada, y cuando los vió repuestos de tan continuos viajes y sinsabores, dióles dos cartas, una de ellas para el rebelado Obispo, en que, bajo santa obediencia y pena de excomunión, le ordenaba cumplir lo mandado por Su Santidad, y otra para Garci-Álvarez de Toledo, señor de Oropesa, rogándole se encargase de la ejecución de lo preceptuado por el Papa, á cuyo fin le autorizaba para que obligase al obispo Arias á devolver sus bienes á los Hermanos de la pobre vida.
Pero algo más tenía que decirle: «Yo estoy en deuda con usted, Benina, pues dispuse que mi madre política, a quien gobierno con una hebra de seda, le señalaría a usted dos reales diarios... Como no nos hemos visto por ninguna parte, no he podido cumplir con usted; pero me pesan, me pesan en la conciencia los dos reales diarios, y aquí se los traigo en quince pesetas, que hacen el mes completo, señá Benina.
Tal era, por lo menos, la condición de Godfrey Cass, al cumplir los veintiséis años. Un movimiento de remordimientos, secundado por esas pequeñas influencias indefinibles que todas las relaciones personales ejercen sobre una naturaleza flexible, lo había impulsado a contraer un matrimonio secreto, que era un estigma en su existencia.
Durante algunos meses vivió el ciego sin salir a la calle más que para cumplir su obligación; de casa a la iglesia, y de la iglesia a casa.
Después de que ambos cónyuges, con excesiva cuanto inmerecida amabilidad, me prometieron cumplir el encargo, apresureme a salir, dándoles las gracias.
¿Pero tiene hecho algún voto? No. ¿Sabe ella vuestra voluntad? No, porque yo quiero que haga la suya. ¿Habéis hecho alguna promesa á Dios? Tampoco, porque no puedo prometer lo que otro ha de cumplir, y mucho más cuando ese otro es hija mía. ¿De suerte, que sólo tenéis un ligero deseo de que sea monja? Es tan candorosa, tan sencilla mi hija doña Juana...
Mientras caminaba hacia su casa, bañándose en la dicha de vivir, iba pensando en el modo más adecuado de cumplir los preceptos del doctor Ibarra y satisfacer el deseo vehemente, irresistible, de su atribulada naturaleza.
Por último, a fuerza de ruegos logramos calmarla un poco, prometiéndole yo acudir al lugar del suplicio a cumplir tan triste obligación.
Palabra del Dia
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