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Chinto salió sin cuidarse del agua que continuaba cayendo tercamente del negro cielo, y corrió, perseguido por aquella voz cada vez más dolorida, más agonizante, que atravesaba el tabique, mientras la impedida se lamentaba de que además de morírsele la hija, iba a tener que abonar ¿y con qué, Jesús del alma? los honorarios de un facultativo.

De recibir y agasajar al clero, hecho a poco y mal guisado, estaba encargado por orden y cuenta mías, y también según otra costumbre, el párroco don Sabas; de los demás forasteros del montón, nadie solía cuidarse, y nadie se cuidó allí tampoco.

Mario y Carlota habían desaparecido, no corporalmente, pero en espíritu. Timoteo gemía y se lamentaba amargamente, por conducto de su violín, de que la niña menor de Sánchez se hubiese vuelto de espaldas y hablase tan animadamente con la señá Rafaela, sin cuidarse para nada del Día de sol ni de su intérprete.

Su máxima es: no cuidarse de la divinidad buena, puesto que es buena, pero propiciarse la mala que puede dañar". Se comprende bien que los dioses de los pueblos salvajes sean siempre malos, si se piensa que sólo en ese carácter son inteligibles o respetables para el niño los de los pueblos civilizados.

La Ortolani era un portento. ¡Qué berceuse aquella: Si carina, carprettina!... El tío Frasquito no estaba conforme: gustábale más la romanza L'incantator della montagna, y estábala ensayando en la flauta, sin cuidarse para nada del percance del rey Midas, que desde mucho tiempo antes le tenía pronosticado Diógenes.

Me imagino que no vas a extrañar a ese huraño. ¿No estaba Bertrán mejor aquí que en Alemania?... ¡Dios mío, Juan ha estado bastante áspero en estos días!... Es incomprensible que lo hayas podido soportar. Debería cuidarse de presentar semejante cara, y considerarse dichoso de que lo reciban aquí. ¿Por qué eres siempre dura con ese pobre joven?

Entretanto, el estropeado entró seguido de su perro, y sin cuidarse del mal ojo y sobreojo con que muchos le miraban, soltó sus palos y tomó asiento en el suelo entre la gente inferior de la familia, poniendo por trinchera de sus rodillas al perro, que asentado con mucha compostura sobre sus piernas, se apoyaba en las zarpas delanteras alzando el cuello, levantando las orejas y mirando atentamente a su bienhechora María, a quien saludaba de su mejor modo, moviendo mansamente la cola.

Ciegan quizas el entendimiento, pero esta ceguera no se oculta del todo al que la padece; se dice á mismo, «crees que ves; mas en realidad no ves; estas ciegoPero si el hombre no fija nunca su mirada en su interior, si obra segun le impelen las pasiones, sin cuidarse de averiguar de dónde nace el impulso; para él llegan á ser una misma cosa pasion y voluntad, dictámen del entendimiento é instinto de las pasiones.

Me recibieron muy bien en el hotel, que no pasaba de ser una posada, presidida por una corpulenta matrona y sus dos hijas; gente bonachona y tranquila, que parecía cuidarse muy poco de lo que sucedía en la capital.

Llévale la cascarilla a mi madre... dile que me duele la cabeza... no le digas la verdá, por el alma de quien más quieras.... que no se hará ella de cargo.... Amparo se quedó algo tranquila: sólo a veces un dolor lento y sordo la obligaba a incorporarse apoyándose sobre el codo, exhalando reprimidos ayes. Ana corría, corría, sin cuidarse de la lluvia, hacia la ciudad.