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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Largo es, muy largo, el capítulo de culpas que Draper nos echa á cuestas; pero las dos culpas más enormes, son las de haber destruido por completo, ó casi por completo, dos civilizaciones; la oriental y la occidental. La primera de estas dos acusaciones no es tan ridicula como la segunda, de que hablaremos después, mas no por eso es menos falsa.
Pues, ¿qué será cuando me ponga un ropón ducal a cuestas, o me vista de oro y de perlas, a uso de conde estranjero?
A un Jesús Nazareno, con la cruz a cuestas y la corona de espinas; a un Ecce-Homo, ultrajado y azotado, con la caña por irrisorio cetro y la áspera soga por ligadura de las manos, o a un Cristo crucificado, sangriento y moribundo, Pepita no se hubiera atrevido a pedir lo que pidió a Jesús, pequeñuelo todavía, risueño, lindo, sano y con buenos colores.
Acaeció, pues, que, yendo don Quijote con el aplauso que se ha dicho, un castellano que leyó el rétulo de las espaldas, alzó la voz, diciendo: ¡Válgate el diablo por don Quijote de la Mancha! ¿Cómo que hasta aquí has llegado, sin haberte muerto los infinitos palos que tienes a cuestas?
Como su hermana había pocas en la isla: guapa, alegre y con un buen pedazo de pan, pues el siñó Pep hablaba en todas partes de dar Can Mallorquí al yerno cuando él muriese. ¡Y el hijo que se reventase con la sotana a cuestas al otro lado del mar, sin ver más atlotas que las indias! ¡Futro!... Pero su indignación duró poco.
No sé si a alguno de los hijos de Buenos Aires, nacidos y educados con el espectáculo de la pampa siempre abierta, le habrá ocurrido en su primer viaje en países montañosos el mismo fenómeno que a mí, esto es, serme necesario un esfuerzo para persuadirme de que en los estrechos valles, en las cuestas inclinadas, vive un pueblo, de hábitos sedentarios y con un organismo social análogo al nuestro.
Pero, mira: no fué por culpa mía: Llegamos muy tarde, y yo muy cansada, cansadísima, que toda ponderación es corta. Estos caminos son muy bonitos, lindísimos, y... ¡muy pesados! ¡Qué cuestas! ¡Qué desfiladeros! Pero... ¡qué paisajes! Tú, que eras tan afecto a todas estas cosas, quedarías encantado. Por todas partes espesos bosques.... Parece que no los ha tocado la mano del hombre.
Su temperatura es poco variable, casi siempre la misma, ni muy fría ni muy caliente. ¡Qué terrible diferencia entre una vida tan cómoda y la que nos es dado gozar á nosotros, habitantes de la tierra! A cada paso que damos encontramos alguna aspereza, algún obstáculo. La ruda tierra nos pone piedras al paso, nos fatiga, nos aniquila, obligándonos á subir, á bajar y á volver á subir sus cuestas.
A Demetria le dan más, por ser arrecomendada de ese que celebra la primera misa, el D. Rodriguito de las medias moradas, que dicen es secretario del Papa. Le darán toda la carne, y a nosotras los huesos. ¡A ver!... Siempre lo mismo. No hay como andar con dos o tres criaturas a cuestas para sacar tajada.
Despues de cubrir la ribera, trepa hasta la cima de una colina casi abrupta, formando un laberinto de callejuelas, cuestas y graderías rígidas, de antigua y extravagante construccion, en cuyo centro se levantan la catedral, el palacio del Gobierno, la casa de detencion y otros edificios públicos, y gira un extenso paseo sobre las murallas de las antiguas fortificaciones.
Palabra del Dia
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