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Actualizado: 30 de abril de 2025
Durante estas poesías y las otras que siguieron, el caballero de las patillas no dejaba de gritar de cuando en cuando, al final de las estrofas: «¡Olé! ¡Viva tu mare!», dando el consabido porrazo en el suelo con el enorme roten que empuñaba. Yo cada vez estaba más escamado de él, y por encima de las cuartillas que tenía en la mano le echaba miradas, ora de temor, ora de recriminación.
«Querida Pepita: Quedé en escribirte desde París, pero no puede ser, porque no he ido aún a París. Te escribo desde Madrid. Y quiero contarte muchas cosas. Aquí yo hago una vida terrible. Sabrás que emborrono todos los días un fajo de cuartillas. No me levanto muy temprano; me acuesto tarde.
El tapatan nang pasion por sí solo, da origen á una serie de reflexiones y observaciones que ocuparían muchas cuartillas. El sábado de gloria es animadísimo el ver por las calles de los pueblos de la provincia de Tayabas, á chicos, grandes y mujeres.
Hasta el material que se gasta en escribirlas cuesta menos y está más al alcance de todos que el que se gasta en los demás menesteres. Por tres pesetas se compran mil cuartillas de papel, en las cuales, aunque no se emborronen sino por un lado, caben con holgura dos novelas de no cortas dimensiones.
Delille se ponía colorado y los amigos se marchaban haciendo furiosas protestas de honradez literaria. En seguida la señora le colocaba las cuartillas delante. Ahora, querido poeta, a ganar el tiempo perdido. Si he trabajado mientras tú no estabas en casa. No importa. Tú sabes que cada línea nos vale cinco francos aproximadamente. Es preciso hacer versos, hasta veinte duros, antes de almorzar.
Destacan en la negrura la mancha blanca de la calva y los trazos de la blanda gorguera; sus mejillas están secas, arrugadas, y sus ojos, puestos en anchos y redondos cajos, miran con melancolía a quien frente por frente a él va embujando palabras en las cuartillas.
¡Sueña, sueña, hombre infeliz, que no he de ir yo a impedírtelo!... Golpea de firme en el tambor, toca haciendo un remolino con los brazos. No puedes parecerme ridículo. Si sientes la nostalgia de tu cuartel, ¿no experimento yo la nostalgia del mío? A mí me persigue mi París hasta aquí como el tuyo. Tú tocas el tambor bajo los pinos. Yo emborrono cuartillas... ¡Somos los dos unos provenzales!
Le despertaron al amanecer con las cuartillas devueltas y una nota del director, diciendo que S. E. había prohibido severa y terminantemente se hablase del asunto y encargado se desmintiese cuantos comentarios y versiones corrieran, dándolos todos por cuentos, exageraciones y consejas.
Hallábase el menguado autor como en éxtasis comtemplando en su mente estas hermosuras del arte y de la fe, cuando un ruido de pasos primero, la inusitada aparición de un hombre después, le trajeron bruscamente á la realidad, haciéndole fijar la vista en las cuartillas del artículo de fondo que olvidado yacía sobre la mesa. El sér que tenía delante era un monstruo, un vestiglo.
¡El artículo! suspiró nuestro escritor, echando mano á las cuartillas, mojando la pluma con detestable humor y echando pestes contra todos los periódicos y todos los clérigos del orbe. Pasados algunos segundos, pudo fijar sus ideas, y continuó su interrumpida obra del modo siguiente: «Meditemos.
Palabra del Dia
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