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Actualizado: 20 de noviembre de 2025
Después de su trabajo en cualquier plaza de provincias, volvía al hotel seguido de su cuadrilla, pues todos vivían juntos. Sentábase sudoroso, con la grata fatiga del triunfo, sin quitarse el traje de luces, y acudían los «inteligentes» de la localidad a felicitarle. Había estado «colosal». Era el primer torero del mundo. ¡Aquella estocada del cuarto toro!...
Tuvo muy buen parecer para letrado; mujer de amigas y cuadrilla, y de pocos enemigos, porque hasta los tres del alma no los tuvo por tales; persona de valor y conocida por quien era. Padeció grandes trabajos recién casada, y aun después, porque malas lenguas daban en decir que mi padre metía el dos de bastos para sacar el as de oros.
En esto te sobra la razón... Es mucha verdad... Claro está que lo son. ¡Una cuadrilla de borrachos y holgazanes!... y ese Federico Bullen es el peor de todos. ¿Es que no tiene juicio para venirse aquí, habiendo en casa un enfermo y sin que tengamos provisión de ninguna clase?... Ya se lo decía yo... Bullen, le he dicho, ¿es que estás borracho o loco para pensar tal cosa?... ¿Y a Conrado? ¿Cómo ha podido ocurrírsete convertir mi casa en un campo de Agramante, teniendo a mi niño enfermo?
Se le había visto en el alto puerto de Cumbrales, en montaraz vagancia con los pastores, y luego decían que «se había corrido» hacia Reinosa, con una cuadrilla de gitanos. Cobró con esto Salvador un asomo de tranquilidad y un respiro en el anhelo con que llegaba a la casona, siempre que a ello se atrevía.
Reúne, pues, algunos paisanos decididos, y usando la arma blanca, ataca con furia a la guardia; los veinticinco son exterminados; apodérase de sus fusiles la valiente cuadrilla, sorprende el resto del destacamento en la casa donde se albergaba, hace prisioneros a soldados y jefes, y les manda a la isla de León.
No tardó mucho tiempo en ver desde el bosque donde se hallaba un prado extenso que le seguía. En medio de él una cuadrilla de segadores inclinados hacia la tierra movían sus brazos á compás. Cerca de ellos, en pie, estaba un joven vestido de dril azul y sombrero de paja. Era nuestro conocido Pedro, que vigilaba los trabajos de la gente y los dirigía. Podría tener unos veinticinco años de edad.
Sobre que ese Pepe Vera nació de pie dijo uno de sus compañeros. ¡Tiene más suerte que quiere! Como que hoy por hoy, no la cambio por un imperio repuso el torero. ¿Pero qué dice a eso el marido? preguntó un picador, que contaba más años que todos los demás de la cuadrilla. ¿El marido? respondió el torero . No conozco a su mercé sino para servirlo. Pepe Vera no se las aviene sino con toros bravos.
Al Micuren diò Dios una bolsilla Por medio de los pechos, en que encierra Siete ù ocho hijuelos: si seguilla Procura otro animal, le hace guerra A quien le sigue; y guarda su cuadrilla Como suele hacer la brava perra: Y en viendose de mal libre y de duelos, Abre la bolsa y salen los hijuelos.
Puesto, pues, en camino, apenas tocó en la primera tierra, pocas millas distante, le salió al encuentro una cuadrilla de bárbaros, que le recibieron con una tempestad de saetas, no queriendo en ninguna manera dar oídos á sus palabras; no por eso perdió el Padre un punto de su aliento y valor; antes bien, sin temor alguno, se iba acercando á ellos, que viendo tanta generosidad, y que no le podían acertar con ningún flechazo, mudaron la nativa fiereza en otra tanta cortesía y respeto.
En ese instante nos detenía un joven grueso, de lentes, rosado, rubio y lindo como un retrato al pastel, con un ambiente de insignificancia que se aspiraba de lejos. Muy buenas noches, señorita. ¿Quiere usted darme el próximo vals? No me es posible, doctor Bello, estoy comprometida contestole Blanca con indiferencia. ¿La cuadrilla?... Me fatiga bailar cuadrillas replicole en el mismo tono.
Palabra del Dia
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