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Actualizado: 24 de junio de 2025
En este libro se echaban por tierra todas las mentiras de los enemigos del catolicismo; su falsa ciencia, que no es más que soberbia, sus embustes contra la Inquisición y contra todos los grandes hechos de la Fe, que se presentan como crímenes. Al que lo leía no le quedaba otro remedio que convertirse.
Leyendo el relato de estos crímenes pensaba en su mujer y en sus hijos, imaginándose que podían haber estado en aquel vapor, sufriendo la misma suerte de sus inocentes pasajeros.
Así, el Magistral conocía los deslices, las manías, los vicios y hasta los crímenes a veces, de muchos señores vetustenses que no confesaban con él o no confesaban con nadie.
Decían que había matado a Demetria, su segunda mujer, y cometido otros nefandos crímenes, violencias y atropellos. Todo era falso. Hay que declarar que parte de su mala reputación la debía a sus fanfarronadas y a toda aquella humareda revolucionaria que tenía en la cabeza.
La historia, por otra parte, no ha de tejerse sólo con crímenes y empaparse en sangre; ni es por demás traer a la vista de los pueblos extraviados las páginas casi borradas de las pasadas épocas.
Si la religión era un freno para los apetitos y las violencias ¿por qué la criminalidad era más frecuente en los pueblos atrasados y devotos que en aquellos otros de mayor cultura? ¿Cómo era que los mayores crímenes de la historia habían coincidido con los períodos en que el entusiasmo religioso era más ardiente?
Más importante y de más fuerza es la censura que se refiere á las obras, que adulan á la sed de venganza peculiar de los pueblos meridionales, causa hoy, así en Italia como en España, de muchos asesinatos, excitando la admiración de los espectadores hacia los rasgos de valor, sin tener en cuenta sus motivos, ó empleando, para lograrlo, crímenes y actos sangrientos.
Los entusiasmos, los crímenes, la alegría, los amores, todo era producto del vino, como si aquel pueblo, que aprendía a beber apenas soltaba el pecho de la madre y contaba las horas del día por el número de copas, careciera de pasiones y de afectos, fuese incapaz de moverse y sentir por propio impulso, necesitando para todos sus actos el resorte de la bebida.
Casi todas las mujeres de los tiempos antiguos cuando se ven despreciadas se vengan más ferozmente. ¿Por qué introdujo venenos Naturaleza si había Para dar muerte desprecios? ¡Qué atrocidades y qué horrendos crímenes no comete la heroína de La devoción de la Cruz, cuando el católico dramaturgo nos la representa irritada por un desprecio no real, sino imaginado!
La guerra, la política, ofrecen un espectáculo de confusión lamentable. Don José de Relimpio manifiesta con gran seso que la cesantía de treinta mil reales que disfrutan los ex ministros españoles es la causa de estas tremolinas. Julio. Alcoy, Sevilla, Montilla. Sangre, fuego, crímenes, desbordamiento general del furor político. Doña Laura cae gravemente enferma. La guerra civil crece.
Palabra del Dia
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