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Actualizado: 3 de junio de 2025
Doroteo había trabajado bien, lo mismo que todos los padres de familia mezclados en la revolución. No tenía hijos, como los otros, pero tenía á Guadalupe; y siempre que en sus correrías veía algo vistoso y de precio, sacaba el enorme revólver de su funda, diciendo: «Esto para mi vieja...y esto otro también.»
La gamuza ha salvado las rocas, y sus pies agiles la han llevado lejos de mi; apenas mi caza me habra proporcionado en el dia con que hacerme olvidar mis correrias peligrosas... ?Pero que veo? ?Quien es este hombre que parece que no es ninguno de nuestros cazadores, y que no obstante ha sabido recorrer estas alturas escarpadas que nuestros companeros los mas ejercitados son los unicos que pueden practicarlo?
Luego, no sin cierto estremecimiento nervioso que corrió por todo su cuerpo, se preparó a dar el gran salto. Grande era, en efecto; enorme. Sólo un bandido avezado a correrías peligrosas tuviera la audacia de intentarlo. Después de algunas vacilaciones lanzose al espacio, logró tocar con las uñas la tabla, y presto se encaramó sobre ella.
Alegre con esta ganancia impensada, pasó adelante, y á pocas leguas encontró con un bosque de diez leguas de largo, horrible á la vista, y tan difícil de penetrar por él, que nunca le había visto semejante en todas sus correrías.
Con esta carta el Emperador volvió á mandar á su hijo que no les ofendiese, pero que impidiese sus correrias.
Desde este punto estratégico situado en el centro del concejo, D. Lesmes hacía constantes correrías por todo él, dejando á los hombres, pero no perdonando hembra alguna, ni por fea ni por vieja. Nadie conoció jamás un caballo de tan buena boca. Si se pudiesen poner en ristra las víctimas de sus hechizos, impondrían terror por la calidad tanto como por la cantidad.
Conocido por el tirano lo dificil que le era tomar el Cuzco, desistió del empeño, despues de algunos ataques, en que fué rechazado gloriosamente por sus vecinos, dirigidos y gobernados por Villalta, quien le quitó de las manos una presa con que ya contaba, y perdida aquella esperanza, se contrajo á continuar las correrias y robos contra los españoles.
Entra si quieres le decía Catalina. Bueno y Martín entraba y hablaba de sus correrías, de las barbaridadas que iba a hacer y exponía las opiniones de Tellagorri, que le parecían artículos de fe. ¡Más te valía ir a la escuela! le decía Catalina. ¡Yo! ¡A la escuela! exclamaba Martín . Yo me iré a América o me iré a la guerra.
Como casi todos los miembros de la familia de este nombre y los emparentados con ella habían sido marinos y viajeros, para explicar sus correrías, intercaladas en las amarillentas páginas, se veían cartas de navegar antiguas, bastante raras.
En aquellas bárbaras correrías que duraban cuatro y cinco años, desde las orillas del mar Caribe a las más altas mesetas andinas, la marcha de los conquistadores quedaba grabada por huellas de incendio y de sangre.
Palabra del Dia
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