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Querían los cristianos ir en su seguimiento, pero no siendo prácticos en los caminos defirieron esta empresa para tiempo más oportuno y cargando en sus hombros los cadáveres, dieron la vuelta á su Reducción, donde tuvieron no poca materia de alegría en los dos pueblos que vieron se fundaban de nuevo; el uno con el título de San Ignacio de los Bocas, y el otro de la Concepción, donde se juntaron los pueblos de lenguas muy diferentes, que en sus correrías hacia el Mediodía había descubierto el V. P. Lucas Caballero.

Circe, la de Homero, antes de llegar á manos de nuestro dramaturgo, había hecho ya diversas correrías por las obras de los poetas románticos, bastándonos sólo recordar La Morgana, de Lancelote y de Boyardo; La Alcina, del Ariosto, y La Armida, del Tasso.

Por mi parte, le aseguro a usted que el ácido fénico me hace engordar y que su aroma me parece exquisito. Desengáñese usted, querido colega. El ácido fénico sólo es desagradable para los hombres... ¿Y piensa usted quedarse mucho tiempo por aquí? Verá usted. Yo he venido a reponerme. He sufrido mucho en mis correrías por el mundo.

Y así pasaba las tardes, inmóvil y silencioso, tomando mate tras mate, rodeado de familias que le contemplaban con admiración y miedo. Cada vez que subía á caballo para estas correrías, su hija mayor protestaba. «¡A los ochenta y cuatro años! ¿No era mejor que se quedase tranquilamente en casa? Cualquier día iban á lamentar una desgracia...» Y la desgracia vino.

Siempre que podía se escapaba de casa; corría sola por los prados, entraba en las cabañas donde la conocían y acariciaban, sobre todo los perros grandes; solía comer con los pastores. Volvía de sus correrías por el campo, como la abeja con el jugo de las flores, con material para su poema. Como Poussin cogía yerbas en los prados para estudiar la naturaleza que trasladaba al lienzo.

Hasta Moaronea, Radope, y Bizia, ciento y setenta millas de Galípoli, entraban haciendo correrias, con universal temor y asombro de todas las Provincias; porque no habia lugar que estuviese libre de su furia por remoto y apartado que fuese.

Y que la moza no se andaba en chiquitas: su fecundidad no era inferior a su disposición casera, porque en el primer parto se trajo dos gemelos. No hubo más remedio que poner ama, y una boca más en la casa obligó a duplicar los movimientos de la Singer y las correrías de Antoñito por las calles de Madrid.

Así irá usted conociendo, poco a poco, hasta el pie de que cojean, y descubriendo el camino por donde ha de llegar hasta la entraña misma del misterio... Amén de esto, ¿por qué no ha de volver usted a sus saludables correrías de antes?

Algunos, en sus correrías, hasta tropiezan con la Fortuna, y son sus amigos por corto tiempo. Todos, finalmente, terminan sus días en la miseria. Pero no divaguemos. Quiero decir que, después de mis andanzas por la América del Sur y la América del Centro, di fondo en Méjico, hace poco más de diez años. ¡Hermoso y simpático país! En ninguna parte he vivido mejor.

De esta época data en la historia de su vida la larga serie de correrías que hicieron por Madrid, evitando siempre ir por calles céntricas donde pudieran hallarse de manos a boca con quien diera en sus casas noticia del encuentro.