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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Cabalgaba elegantemente, con una gallardía árabe, como si hubiese nacido sobre los lomos del corcel y éste y su jinete formasen un solo cuerpo. ¡Olé, los caballistas! gritó Fermín al reconocerle. Buenos días, Rafaelillo. Y el jinete paró su caballo de un tirón que le hizo tocar con las ancas el suelo, al mismo tiempo que levantaba las patas delanteras.
Optaron por lo primero, y avínoles mal, porque Amparo, como el corcel de batalla que ha olido la sangre, dilatadas las fosas nasales, brillantes los ojos, se preparaba a renovar la lid, animando a sus compañeras. Son los protestantes. A correrlos. A correrlos: ¡viva! Van a pasar otra vez por aquí... ánimo... a ver quién les acierta mejor. ¡Que vengan, que vengan! ¡Ahora entra lo bueno!
Allí, en las húmedas y boscosas calles de Barrio Viejo, encontraréis a todos los villaverdinos: unos a caballo, luciendo el potro rijoso y bien enjaezado, el pantalón ceñido, el sombrero suntuoso y el zarape de mil colores; otros, en viejos y desvencijados carruajes; los más, caballeros en el corcel de San Francisco.
De pronto un caballero, venido quién sabe de dónde, pasó hacia la derecha de la comitiva sobre lustroso corcel y, haciéndole tomar un impulso inverosímil, saltó del otro lado del cerco. Echó pie a tierra en seguida, y, desviando a uno de los ventores, asió con una mano el cerro de la fiera metiéndole con la otra el puñal por los sobacos.
El caballo va contento, contentos van los amantes: el corcel, por ir saltando; los dos, por ir a gozarse. Cabalgan los dos, cabalgan por entre obscuros breñales, que quien a hurto camina de ocultas sendas se vale. La vuelta van de la playa, huyendo el odio de un padre, para echarse en un esquife y en Tremecén repararse.
Algunas rocas se asomaban tímidamente entre la arena, como para brindar con asientos y descanso en aquella tranquila orilla. A una de estas rocas estaba amarrada la barca del pescador, balanceándose al empuje de la marea, cual se impacienta el corcel que han sujetado.
Cuando me parece ver al árabe, solo con su corcel, que como él respira toda la libertad de sus soledades, cuando con la imaginación le veo franquear las arenas tórridas o bien reposar bajo la sombra reparadora de las palmeras, entonces me quejo a la Providencia de que me haya desterrado a una zona fría, en medio de una naturaleza tímida y tan lejos de las soberbias miradas del sol inspirador, y me pregunto: ¿Por qué los hombres me han hecho cautivo y por qué me han conducido prisionero a sus ciudades? ¡Hubieseis visto como yo al león del desierto arrojarse sobre la tierra alterada, olvidando que ella arde, y saborearla largo tiempo entre sus dientes!
Después de cada parada volvía, como si hubiese descansado, y con mayores bríos, a manera de corcel que siente el acicate, a devorar el camino.
Doña Inés inspiraba a su padre terror pánico, y siempre trataba de huir de su enojo como de una espada desnuda. Su decidida afición a la muchacha saltaba, no obstante, por encima de los obstáculos, como un corcel generoso salta la valla que se le ha puesto para atajar su carrera.
Arqueros y hombres de armas se calaron á toda prisa los cascos, endosaron cotas de malla y coletos, asieron sus respectivas armas y en dos minutos quedó perfectamente formada la Guardia Blanca. Poco después llegó el barón al trote de su brioso corcel y contempló con evidente satisfacción el marcial aspecto de su gente.
Palabra del Dia
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