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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Santa Cruz, Bringas y Arnaiz el gordo, monopolizaban toda la pañería de Madrid y surtían a los tenderos de la calle de Atocha, de la Cruz y Toledo. En las contratas de vestuario para el Ejército y Milicia Nacional, ni Santa Cruz, ni Arnaiz, ni tampoco Bringas daban la cara.

Mientras tanto, los parias, los que nunca llegan, los bohemios de Milán, al quedar solos, se consuelan hablando mal de los compañeros famosos; mienten contratas que nadie les ha ofrecido, fingen una altivez irreductible con empresarios y compositores, para justificar su inacción; y con el filtro garibaldino en el cogote, enfundados en el ruso que casi barre el suelo, ruedan las mesas de Biffi desafiando la fría ventolera que sopla en el crucero de la Galería, hablan y hablan para distraer el hambre que les muerde las entrañas, y despreciando el trabajo vulgar de los que se ganan el pan con las manos, siguen impávidos en su miseria, satisfechos de su calidad de artistas, haciendo cara a la desgracia con una candidez y una fuerza de voluntad que conmueven, iluminados por la Esperanza, que les acompaña hasta el último instante para cerrarles los ojos.

¿Empezará ya el canto? preguntó el brigadier. No, señor, respondí. Pues ¿por qué salen? Porque así lo tienen estipulado en sus contratas. Esto es parte de la funcion. Antes de empezar la tarea, tienen obligacion de exponerse al público, á fin de entretenerle con esta novedad, hasta que llegue la hora convenida. ¿Cual es esa hora? Creo que las ocho.

Sin más equipo que lo puesto, pavoneábanse de la mañana a la noche en el centro de Madrid, hablando de contratas que no habían querido admitir y espiándose unos a otros para saber quién tenía dinero y podía convidar a los camaradas.

Hablaban de sus verónicas en El Garrobo, de sus navarras de Lora, o de una terrible cogida en El Pedroso, imitando los aires y actitudes de los verdaderos profesionales que a pocos pasos de ellos consolaban su falta de contratas con toda clase de petulancias y mentiras. Cierta vez, la señora Angustias estuvo más de una semana sin saber de su hijo.

Pero así que llegaba la primavera y Juan salía de su casa para torear en las plazas de España, la pobre muchacha, pálida y débil, parecía caer en una estupefacción dolorosa, con los ojos agrandados por el espanto y pronta a derramar lágrimas a la menor alusión. Setenta y dos corridas tiene este año decían los amigos de la casa al comentar las contratas del espada . Nadie es tan buscado como él.

Ya no estás en la cama, ya estás casi bueno. ¿Cómo te sientes de fuerzas? Di: ¿toreamos o no? Tienes todo lo que queda de invierno para ponerte fuerte. ¿Se admiten contratas o renuncias este año a torear?...

El Duque de Medinaceli activaba ciertamente los alistamientos de gente, junta de navíos, acopio de municiones y raciones, haciendo asientos ó contratas á la vez en Sicilia, Nápoles, Génova, Cerdeña; encontraba, sin embargo, dificultades tan insuperables en las distancias y en las comunicaciones, como en las voluntades, que no se aunan llanamente.

Palabra del Dia

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