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Vi primero el pueblo de Badillo, miserable como casi todos los de las orillas del bajo Magdalena; despues el caserío lamentable de Las-Pailas, donde el sol devora y las serpientes abundan como las hormigas; mas abajo la Bodega del vecino distrito de Puerto-nacional, el sitio mas ardiente de todo el Magdalena, y por último, para completar el cuadro del dia, la aldea de Regidor, donde nos esperaba una singular escena de costumbres nacionales y de contrastes en extremo románticos.

Había en muchas disparidades, mi condición de estudiante estaba en ridículo desacuerdo con mis disposiciones morales, evitaba como una nueva humillación todo hecho que pudiera recordarnos a los dos aquellos contrastes. Desde hacía algún tiempo mi susceptibilidad, en punto a ellos, se había hecho vivísima.

Encerrado entre montañas estupendas y abruptas, el valle ofrece los mas raros contrastes de alegría risueña y salvaje aspereza, de rústica tranquilidad y de grandiosidad en las formas y desolacion en algunos objetos.

En efecto, el mate llegó en manos del «ñato», muchacho de quince años, poseedor de una «superlativa» nariz ciranesca, que dio motivo a Lorenzo para romper el silencio de estupor que siguió a la deslumbrante aparición de la Pampita. Creo que estoy, señorita, en la chacra de los contrastes.

Una propiedad, característica de la estructura de los dramas de Calderón, es la de los contrastes, con que le agrada llenar sus argumentos, presentando sus personajes en situaciones opuestas, y haciendo descollar los caracteres por la contraposición, bien calculada, de sus prendas.

La Suiza aparece en derredor con todos sus contrastes, sus formas colosales y horribles en unas partes, apacibles y pintorescas en otras, donde quiera bellas y seductoras, ó imponentes. Eran las seis de la tarde cuando contemplábamos á la tibia luz del sol poniente aquel mundo de montañas y lagos, valles y planicies, florestas y praderas, verjeles y ciudades y pueblos.

Haré notar aquí, á reserva de posteriores observaciones, ciertos contrastes curiosos que el viajero atento observa fácilmente en las ciudades de Suiza. En ningún país son tan oportunas las comparaciones como en Suiza, donde en un pequeño pero variadísimo territorio coexisten confederadas varias razas muy distintas, con religiones, prácticas, artes é instituciones muy diversas.

En la estancia van a conocer ustedes a Baldomero, el capataz, un tipo genuinamente criollo, que ha tenido sus contrastes y sus desgracias, pero que es amable y jovial en todos los casos y que al preguntarle una vez: «¿Cómo le va, Baldomero?...» me contestó así: «Aquí vamos, don Melchor, tragando amargo y escupiendo dulce.» ¡Qué hermoso! dijo Lorenzo.

Pero para adquirir la idea completa, no basta recorrer las grandes arterias de Lóndres donde está acumulada su vitalidad: al contrario Lóndres tiene dos caras, la una que aterra y acongoja, y otra que deslumbra. Es preciso verlas ámbas casi simultáneamente, y compararlas sin prevencion, para comprender los contrastes asombrosos del conjunto.

Al llegar al onduloso vallecito de Grindelwald la escena cambió notablemente, ofreciéndonos un bello cuadro de contrastes. Detras de nosotros, en la direccion del lago de Brienz, teníamos una formidable barrera de montañas casi desnudas y de aspecto rudo.