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Actualizado: 5 de junio de 2025
Los cabildos catedrales se disputaban la posesion de los Egas, de los Hontañones, de los Badajoz, de los Alavas, de los Comptes: cuando no podian lograr los servicios esclusivos de estos hombres privilegiados, se contentaban con que revisasen y reconociesen sus fábricas, diesen trazas para mejorarlas, y dejasen en ellas cuál una torre, cuál un retablo, cuál una portada.
Aunque antipáticos a los dos bandos, los indianos eran los únicos que se salvaban en aquel tiroteo incesante de los periódicos. Se contentaban con murmurar de ellos, llamarlos asnos cargados de plata; pero no se atrevían a aludirlos públicamente. No había razón para ello.
No se contentaban con ser elegantes y con andar bien vestidas como las mujeres parisienses, sino que gustaban de añadir a las galas europeas, rasgos y perfiles del remoto país en que habían nacido y de otras apartadas regiones.
Cebáronse los indios de tal suerte, Que no se contentaban dar flechazos, Y así dan al Ingles muy cruda muerte, Matándole con crudos macanazos. Aquel que se mostraba ser mas fuerte, En un punto le hacen mil pedazos, De veinte y cinco, dos solos vivieron, Que viéndose perdidos se rindieron.
Si él no tuviera sus puños de gigante, las espaldas enormes y aquel gesto de pocos amigos, ¡qué pronto hubiera dado cuenta de él toda la vega! Esperando cada uno que fuese su vecino el primero en atreverse, se contentaban con hostilizarle desde lejos. Batiste, en medio de la tristeza que le infundía este vacío, experimentó una ligera satisfacción.
Estas detenciones ocasionaron no pocos males, particularmente en las provincias de Chichas y Lipes, que se sublevaron despues de aquel suceso, porque conocieron la superioridad que tenian, y les manifestaba semejante conducta, y que no eran muy temibles el Comandante y armas que se hallaban en la ciudad de la Plata, cuando aun despues de vencedoras se contentaban con volver á encerrarse en los términos de su recinto, sin pensar al remedio de las calamidades agenas: á que contribuyó tambien el haber seguido el mismo sistema la imperial villa de Potosí, que creyó llenaba so obligacion con poner á cubierto sus preciosas minas.
El marido y las hijas se contentaban con hacer aquel gesto de resignación y dolor, que cada vez iba maravillando más al viajero. Después de estar algún tiempo de sobremesa, retirose a descansar. Cuando por la mañana se levantó, encontró a toda la familia muy triste y como consternada. Les preguntó en seguida con interés qué les pasaba de malo. ¡La pobre madre! exclamó una de las niñas.
En las horas de la tarde, cuando llovía, si Ventura estaba de buen humor, jugaba con Cecilia y Gonzalo al tresillo. Si no, jugaban los dos últimos al tute mano a mano con las niñas sentadas en sus regazos respectivos, las cuales les molestaban a cada momento llevando sus manecitas a los naipes. Ambos eran de buena pasta y se contentaban con apartárselas suavemente.
Por ahora, las «morochas» del pueblo se contentaban con llamarlas «esas orgullosas de Itualde». ¡Y había que ver con cuánto menosprecio las calificaban de «orgullosas», sabiendo que no eran ricas!... Poco les importaba a ellas este menosprecio, con tal de que las habladurías no pasaran a mayores...
Cada familia tenía entonces un clérigo, un fraile, una monja o un corista; los pobres se contentaban con poder contar entre los suyos un belermita, un motilón, un sacristán o un monacillo.
Palabra del Dia
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