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Actualizado: 5 de junio de 2025


En el centro se ve una gran mesa de trabajo, toscamente pintada y llena de muestras de granos y de libros de contabilidad; en una de las paredes están colgadas ropas usadas; en la otra, hay un estante cargado de cuadernos azules y le libros de encuadernación modesta. Juan echa a su alrededor una mirada tímida; después se acerca a los libros y se pone a leer los títulos.

Hoy mismo, retirado del comercio, llevo al día la contabilidad de mis gastos particulares, y no me acuesto sin pasar todos los apuntes a la agenda, y luego, en los ratitos libres, lo paso al Mayor. Vea usted, véalo para que se convenza añadió marcando más el temblor negativo . Lo que yo quisiera es que Francisca pudiera aprovechar esta lección. Aún no es tarde... Entérese usted».

Más balances he hecho yo, señora, que pelos tengo en la cabeza, y también le digo a usted que no me han valido más que para calentarme la ídem. Ya que Dios nos ha favorecido, seamos ordenados: yo me atrevería a rogar a usted que, si no le sirve de molestia y va de compras, me traiga un libro de contabilidad, agenda, o como se llame». ¡Pues no faltaba más!

En esto le podrá servir el águila de Patmos de la Contabilidad, su padrinito. El pobre está triste, aunque espera una herencia. »Nota. El patíbulo de miel está armado en la capilla de los Desamparados. Orad por Miquis». Por la noche fue Miquis un momento cuando estaban comiendo. ¡Qué algazara!

La Providencia te ha deparado a uno de los hombres, no lo digo por alabarme, a uno de los hombres que no temen desafiarse con todo Madrid en Contabilidad y Partida Doble. Has hecho tu suerte, chica. Ya verás, ya verás qué libros.

En los pueblos primitivos, el primer paso en la numeración se redujo á señalar dos números si se puede decir así: uno y varios, lo que en gramática llamamos singular y plural. Este ha sido el principio de la contabilidad.

Hay afinidades verdaderamente extrañas entre el espíritu humano y los distintos modos del saber, y aquel que por su organización parece no prendarse de las cosas ideales y halagüeñas, encuentra en las arideces de la Contabilidad los mayores encantos.

Había aprendido la viuda de Fenelón cuanto hay que saber en lo concerniente al ramo de ropa blanca; estaba fuerte en contabilidad; tenía nociones claras del orden económico y del régimen a que debe sujetarse un negocio bien montado, y hablaba el francés a la perfección.

Traía el cesto bien repleto, y fue sacando cosas y mostrándoselas a Isidora, que admiraba la bondad y baratura del género. «El primer gasto, hijita, ha sido para comprar estos tres libros de cuentas dijo Relimpio, mostrando dos enormes y uno pequeño. El Mayor, el Diario y el Provisional. Sin esto no haremos nada, porque la base del orden es una contabilidad perfecta... ¿Ves? Aquí está la langosta.

Además, ¡tienen tan poco orgullo! continuó Madariaga con tono irónico . Cualquier gringo de éstos, cuando es dependiente en la capital, barre la tienda, hace la comida, lleva la contabilidad, vende á los parroquianos, escribe á máquina, traduce de cuatro á cinco lenguas, y acompaña, si es preciso, á la amiga del amo como si fuese una gran señora... todo por veinticinco pesos al mes. ¡Quién puede luchar con una gente así!

Palabra del Dia

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