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Actualizado: 1 de octubre de 2025
¿Aquel que se atrevió á decirnos un día que el infierno era negro como vuestros ojos, y que vuestros ojos quemaban sin llama como el infierno? Pues si es ese santo varón, ya sé contra quién tenemos que conspirar. ¿Contra quién? Contra el conde de Olivares. ¡Ah! el pobre conde nos va á servir de mucho. Pienso valerme de él para otras muchas cosas. ¡Ah! ya no tenemos tiempo de prevenirnos.
¿Contra quién se ha de conspirar, sino contra quien manda? Por todas partes hay conspiradores: salen de debajo de las piedras, duermen con uno debajo de la almohada. Es imposible gobernar. ¡Contra quien manda! Pero quien manda es el rey, y no sé que haya nadie que conspire en España contra su majestad. Sí; sí, señora; conspiran contra su majestad, los que conspiran contra el duque de Lerma.
También se han reunido esta tarde muchos locos masones, con Aviraneta a la cabeza, y han deliberado.... ¡Deliberado los postes! ¿cuándo se ha visto eso?... Señores, llegó el momento de la gran barrida. España ha resucitado. Ya nuestro Señor no puede tener el escrúpulo de conspirar contra su hermano.
No sabemos si después de haber profesado se la pasó el despecho, y se arrepintió de haberse apartado de un mundo, para encerrarse en otro. Ella no lo dijo á nadie. Al profesar, por una antítesis violenta con su carácter, tomó el nombre de María de la Misericordia. Desde que fué monja, empezó á conspirar por su cuenta y á sostener sus conspiraciones con su dinero.
Entonces, los partidarios de la tradición cobraron algunos bríos y tornaron nuevamente a conspirar, si bien vagamente y sin objeto determinado.
Cuando llegué conspirábais dijo el rey. Es verdad contestó la reina ; conspirábamos contra Lerma, y es necesario que vuestra majestad conspire también. Yo no necesito conspirar dijo el rey ; el día que quiera, Lerma caerá; pero Lerma me sirve bien. Os tenía quejosa, señora, pero el duque me ha hablado largamente. Le tenía engañado don Rodrigo Calderón.
A nadie sentencio que él mismo no se haya ya sentenciado. Y ya que decís que estamos en un atolladero, ¿cómo os parece que podamos salir de él? Conspirando. ¿Pero contra quién? ¿Contra quién?... contra cualquiera... la abadesa, á trueque de conspirar, creerá todo lo que queramos que crea. ¿Quién es el confesor de nuestra noble prima?... ¿De nuestra prima?...
Las reinas tienen corazón y caprichos. La reina llamaba á don Rodrigo para conspirar. ¡Para conspirar! Sí, contra el duque de Lerma. ¡Ah! exclamó Dorotea como quien recibe una revelación . Acaso... aquellas cartas no contenían ni una sola palabra de amor... ¿es verdad? Eran, sin embargo, ambiguas dijo Quevedo, que seguía hablando á bulto.
Giusta é la guerra, e in cuore Mi parla un santo ardore, de Meyerbeer en los Hugonotes. Esto hizo reír mucho a todas aquellas señoras, y unas en pos de otras comenzaron a retirarse, nerviosas, entusiasmadas, confesándose mutuamente que era muy entretenido conspirar danzando y luciendo trapos en la Castellana; que era más fácil de lo que ellas creían derribar un trono a abanicazos.
Acaso no me enamoráis sino porque soy hija del favorito del rey. Mal haya la fama, que más que bienes da males. Sois gran conspirador. ¿Conspirador habéis dicho? pues conspiremos. ¿Y contra quién? Contra la abadesa vuestra prima. Conspirar, ¿y para qué? Para salir del atolladero. ¿De qué atolladero? De haberos metido vos aquí, y de haberme metido yo tras vos.
Palabra del Dia
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