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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Conocía bien la plaza; había pasado en ella una parte de su juventud, y cuando de tarde en tarde iba al Mercado por ser víspera de festividad en que se encendían todos los hornillos de su cocina, experimentaba la impresión del que tras un largo viaje por países extraños vuelve a su verdadera patria. ¡Cómo estaba grabado en su memoria el aspecto de la plaza!
Después... pasó aquello y se hizo literata.... En fin, usted verá. No es una señora como estas de por aquí. Tiene mucho tesón; parece una malva, pero otra le queda; quiero decir, que se somete a todo, pero por dentro siempre protesta. Ella misma se me ha acusado de esto, que conocía que era orgullo. Aprensiones.
Ella no les conocía sino de vista, y hubiera deseado conocerles de cerca, tratarles, para juzgar si eran verdaderamente tan perversos.
Pero aquello también había pasado; encontraba pueril levantar colmenas y más colmenas para gentes que no conocía; fabricar avisperos en que se cobijarían otros tan tristes como él, pero animados siquiera por el amargo placer de envidiarle. Me aburro, Luis decía el millonario.
A Plácido le pareció que le tiraban de las orejas; tenía presente en la memoria la historia de un cabeza de barangay de su pueblo, que por haber firmado un documento que no conocía, estuvo preso meses y meses y por poco fué deportado. Un tío suyo, para grabarle la leccion en la memoria, le había dado un fuerte tiron de orejas.
No conozco a estos caballeros mas que para servirles; jamás leo periódicos; pero me escamo cuando los papeles hablan mucho de un hombre. Ahora sólo se habla de los grandes pecadores: los santos viven en la obscuridad. Luego de una larga reflexión, había preguntado: ¿No estarán entre estos señores Voltaire y Garibaldi? El hermano Vicente no conocía mayores impíos.
Así quedaría su ambición plenamente satisfecha; llevaría él con justo título el nombre de Balarán; el mismo nombre del pasmoso hermano de Crishna. Y así lograría él ser Brahmatma o jefe supremo de su casta, de su secta y del imperio que en ella se fundase. Repugnaba Morsamor ser mero y dócil instrumento del brahmán ambicioso. Harto conocía que era delirio aspirar a más.
Ferragut quiso navegar solo, sin la protección de los destroyers que escoltaban á los buques reunidos en convoy. Conocía bien el Mediterráneo. Además, él era de un país neutral y la bandera española ondeaba en la popa de su buque. Este abuso no le produjo remordimiento alguno, ni le pareció una deslealtad.
Como en el fondo el joven Zalacaín era agradecido y de buena pasta, sentía por su viejo Mentor un gran entusiasmo y un gran respeto. Tellagorri lo sabía, aunque daba a entender que lo ignoraba; pero en buena reciprocidad, todo lo que comprendía que le gustaba al muchacho o servía para su educación, lo hacía si estaba en su mano. ¡Y qué rincones conocía Tellagorri!
Pues verás, La tía esa indecente, la Fenelona, francesota, más mala que el no comer, dice que este hijo que tienes no es hijo de quien es, sino de D. Segismundo. Tú ríete, tonta, que eso no es más que envidia». La prójima no chistó; pero bien se conocía que aquellas palabras habían hecho en su espíritu un efecto desastroso.
Palabra del Dia
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