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Actualizado: 4 de junio de 2025
Un criado le respondió en frances: Numéro cinq; pero nuestra insular, confundiendo el sonido de la palabra cinq con el de cent, se fué derecho al número 100, que en todos los hoteles es el distintivo característico de cierta localidad que no se puede nombrar.
Cuando ya nadie pensaba en tal cosa, pensaba ella todavía y confundiendo actos inocentes con verdaderas culpas, de todo iba desconfiando.
Debería usted estar contento, me parece, de haber vengado la memoria de su amiga, confundiendo a la reo y obteniendo el triunfo de la verdad y de la justicia. Ambos volvieron a mirarse en silencio. ¿Y usted no está contento?... dijo por fin Vérod.
Este mudo apretón, este contacto invisible, valía más que todas las palabras. Caminaban lentamente, sin mirarse, como si toda su atención y el calor de su vida estuviesen concentrados en los brazos, que se apretaban con estremecedor contacto, confundiendo los latidos de sus venas.
Y el amante sin venir... Sintió impulsos de salir en su busca; pero ¿dónde encontrarle? Desde niña no había estado en la ciudad, desconocía sus calles, podía cruzarse, sin saberlo, con Rafael, vagar errante mientras él la esperase en el hotel. Mejor era aguardar. Acababa el día. En el cuarto extendíase la sombra del crepúsculo, confundiendo los objetos.
Pellicer, en su confuso y desordenado Tratado histórico, etc., nos habla de ellos sin reflexión ni crítica, refiriéndose unas veces á los fondos de las hermandades, otras á los de las compañías, ó confundiendo los de unas y otras, y aumentando siempre con su obscuridad y defectuoso método las contradicciones que se observan en estos datos.
El barco aceleró su marcha confundiendo en una cinta verde los dilatados campos de la Estanzuela. ¡Adiós risueñas playas! ¡Adiós, gratos recuerdos! Naig, Marigondon, Santa Cruz ... fueron quedando tras de la estela de la María Rosario. Los límites de la provincia que constituye la Andalucía de Filipinas desaparecieron.
¡Valiente cosa les importaba bailar bien o mal y que se rieran o no los parroquianos del merendero!... Lo interesante era estar en brazos uno del otro, pegados desde el pecho a las rodillas, transmitiéndose el alma con el calor de sus cuerpos, confundiendo los alientos. Sentían una alegría loca, como si el sorbo de cerveza, que acababan de beber contuviese todas las embriagueces de la tierra.
Entonces, hendiendo el aire pausada y dulcemente, llegó hasta los oídos del cura el tembloroso tañer de una campana, cuyas voces debilitaba la distancia, confundiendo con sus propios sonidos las huecas repeticiones de los ecos. ¡La oración! dijo Lázaro. ¡Si pudiera rezar!
Las blancas burbujas que se escapaban de los tubos y la compacta columna de humo que perezosamente se iba confundiendo con las matinales brumas, bien claramente demostraban que el coloso estaba listo para alentar con sus potentes transpiraciones, las dobles hélices.
Palabra del Dia
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